lunes, 30 de mayo de 2011

TOTALMENTE SOLO, DE MARY ROBINSON.

¿Por qué te has extraviado, pequeño muchacho,
En la ribera del camposanto
Tu cabello ondulado en finas rebanadas se oculta,
Tus lágrimas oscurecen el azul;
¿Por qué suspiras quedamente,
Por qué lloras, si te han dejado solo?

No te han dejado solo, muchacho,
Los viajeros se detienen al oír tu historia:
¡Ningún corazón es ajeno a ella!
Aunque la mejilla de tu madre sea pálida,
Y se marchita bajo la piedra,
No te han dejado solo.

Te conozco bien. Cabellos dorados
En ondas sedosas a menudo veía:
Tu rostro arrugado, tan fresco y plácido,
Tu risa pícara, tu aire juguetón,
Eran todo para mí, pobre huérfano,
Antes de que el Destino te abandone.

Tu abrigo rojizo se ha rasgado,
¡Tu mejilla cultiva pálidos gusanos!
Tus ojos se apagan, miran desesperados,
El pecho desnudo se encuentra con el viento fuerte;
Y a menudo escucho gemir en las profundidades
Que te han dejado solo.

Tus pies desnudos están llagados,
Aquella cruz que diariamente recorres;
Vientos invernales rugen a tu alrededor,
El camposanto es tu triste morada;
Tu almohada una gélida piedra.
Y allí eres libre de sufrir, en soledad.

La lluvia es espesa allí, nocturna;
La helada desgarra tu pecho;
Más el tejo te resguarda del cielo.
Oí el lamento de tus modestos infortunios;
Te oí, antes de la estrella de la mañana,
Llorar en la oscuridad, y llorabas solo.

A menudo te he visto
Sobre la cálida rodilla materna;
En vida fuiste su regocijo,
Y ahora su deudo.
Ella duerme bajo la joven lápida
Que proclama: te han dejado solo.

Seca tus lágrimas, sobre la colina
Tañen las campanas del pueblo;
La caña alegre, deportes recios,
Los juegos rústicos te llaman desde lejos.
¿Entonces por qué llora y suspira
Un niño solo en la multitud?

No puedo subir la escarpada colina,
No puedo cruzar el prado en la meseta;
No puedo llegar al valle
Ni oír los gritos de alegría:
Pues el mundo yace bajo una piedra
Dónde mi madre me ha dejado solo.

No puedo juntar flores
Para vestir las rosadas tertulias,
No puedo pasar las horas de la tarde
Entre la muchedumbre ruidosa;
Pues todo es oscuridad y soledad.
Mi madre duerme bajo la piedra joven.

Observa como las estrellas comienzan a brillar,
-El perro pastor ladra- Es tiempo de volver;
Zumban las filas de caza bajo el rayo de la luna,
Atisbadas desde la silueta vaga del tejo:
Blanca cae sobre el mármol,
Donde mi querida madre duerme sola.

No me retengas, pues debo partir,
El camino de la meseta es lento;
Y allí la primavera comienza a vivir,
Vistiendo el lecho de mi madre.
Solo la cuida durante el día,
Un lecho que se desmorona en soledad.

Mi padre fue llevado sobre el mar tempestuoso
Hacia extrañas tierras distantes,
Mi madre permaneció conmigo,
Barrió con llantos las noches y el frío.
Nunca dejaré esta piedra helada
Donde ella duerme en soledad.

Mi padre ha muerto, incluso allí encontré
Una madre cariñosa y amable;
Sentí su pecho extasiado
Cuando jugaba en su falda,
Ella bendijo mi tono infantil,
Y poco pensaba yo en lápidas.

Nunca más escucharé su voz,
Nunca más veré su sonrisa;
No te preguntes porqué desgarro mi corazón,
Pues ella habría muerto para seguirme.
Ahora duerme bajo el mármol,
Y yo estoy vivo, para llorar en soledad.

Ella amó a su niño juguetón,
De un alto risco fue vista al caer;
Oí de lejos el tañido de las campanas,
Parecía en vano ayudarla;
Oí el gemido desgarrador,
Un lamento por haberlo dejado solo.

Nuestro fiel perro enloqueció y murió,
El relámpago golpeó nuestra choza,
Sin morada nos quedamos,
Y supe adonde debíamos ir:
A la pobre casa de un corazón de piedra
Que nunca palpitará en los gemidos de la miseria.

Mi madre sobrevivía por mí,
Ella me condujo a la alta montaña,
Me miró, mientras allá en el árbol
Me senté y tejí entre las ramas;
Y ella me gritaba: No temas, muchacho,
No te he dejado solo.

La ráfaga sopló fuerte, el torrente se elevó
Y barrió nuestra humilde choza:
Y donde el arroyo claro fluye veloz,
Sobre el césped, al amanecer del día,
Cuando el brillante astro latía,
Yo vagué desvalido, y solo.

Pero no lo estás, muchacho, ya que he visto
Tus diminutas huellas en el rocío,
Y mientras el cielo de la mañana, sereno,
Se esparce sobre la colina,
Oí tu gemido triste y lastimero,
Junto a la fría piedra sepulcral.

Y cuando las horas del mediodía estival
Se extienden por el paisaje,
Te he visto, tejiendo flores fragantes
Para adornar el lecho silencioso de tu madre.
No solo en la piedra simple del cementerio,
Donde tu, muchacho, estás solo.

Te seguí a lo largo del valle,
Y encima del camino hacia el bosque:
Te oí contar tu historia triste
Mientras lenta moría la estrella del día:
Ni siquiera cuando su luz se desvaneció
Tu has vagado totalmente solo.

¡Oh, si! Era yo, y todavía seré
Un andariego, un peregrino desesperado;
-El mundo está vacío para mi-
¿Dónde está la belleza del rocío?
Si ella me ha dejado solo,
Durmiendo sueños de oscuridad.

Ningún hermano me llorará,
Pues no conocí ningún hermano;
Ningún amigo lamentará mi destino,
Ya que los amigos son escasos, y pocas sus lágrimas;
A nadie veré, salvo esta lápida,
Donde me quedaré eternamente solo.

Mi padre nunca volverá,
Él descansa bajo las olas verdes,
Ningún hombro amigo donde llorar
Cuando me oculto allá en la tumba:
No uno para vestir con flores la piedra
Sino para existir en completa soledad.

domingo, 29 de mayo de 2011

JUST HOLD ME, DE MARÍA MENA.

¡¡¡EN OCASIONES NO PODEMOS EVITAR ESTAR TRISTES O DEPRIMIDOS, PERO UN ABRAZO PUEDE CONSEGUIR QUE OLVIDEMOS POR UN MOMENTO NUESTRAS PENAS!!! NO QUIERO VERTE TRISTE, SÉ FELIZ Y SONRIE.

viernes, 27 de mayo de 2011

MEET ME HALFWAY, DE BLACK EYED PEAS.

SONETO II, DE GARCILASO DE LA VEGA.

En fin, a vuestras manos he venido,
do sé que he de morir tan apretado,
que aun aliviar con quejas mi cuidado,
como remedio, me es ya defendido;

mi vida no sé en qué se ha sostenido,
si no es en haber sido yo guardado
para que sólo en mí fuese probado
cuanto corta una espada en un rendido.

Mis lágrimas han sido derramadas
donde la sequedad y la aspereza
dieron mal fruto dellas y mi suerte:

¡basten las que por vos tengo lloradas;
no os venguéis más de mí con mi flaqueza;
allá os vengad, señora, con mi muerte!

jueves, 26 de mayo de 2011

EL VAMPIRO, DE DELMIRA AGUSTINI.

En el regazo de la tarde triste
yo invoqué tu dolor... Sentirlo era
Sentirte el corazón! Palideciste
hasta la voz, tus párpados de cera

Bajaron...y callaste...Pareciste
oír pasar la muerte...Yo que abriera
tu herida mordí en ella -¿Me sentiste?-
¡Como en el oro de un panal mordiera!

Y exprimí más, traidora, dulcemente
tu corazón herido mortalmente;
por la cruel daga rara y exquisita
de un mal sin nombre, ¡Hasta sangrarlo en llanto!
y las mil bocas de mi sed maldita
tendí a esa fuente abierta en tu quebranto

¿Por qué fui tu vampiro de amargura?
¿Soy flor o estirpe de una especie oscura
que come llagas y que bebe el llanto?

viernes, 20 de mayo de 2011

BALADA, DE PERCY SHELLEY.

¡La campana de la muerte golpea!
La montaña repite
El toque de los difuntos;
Mientras el monje oscuro
Cierra la capa sobre su frente,
Sentado en su solitaria celda.

Y la mano helada de la muerte
Enfría su aliento, se estremece,
Él consigna la balada temible
Que los fantasmas del cielo,
Al pasar desordenadamente,
Cantan al día que muere.
Ellos cantan sobre las horas
En las que el destino podía
Disolver a Rosa en arcilla.

Pero aquella hora es pasado;
Y esa hora fue el último jirón de paz
En el cerebro del monje oscuro.
Amargas lágrimas caen rápidas y silenciosas;
En vano intentó suprimirlas.

Estrelló su cruz de oro contra el suelo,
Cuando la campana de la muerte golpeó en su oído.
El placer está en su nicho
Para ella es la eternidad;
Para mí es el destino, el horror y el castigo.

Sus ojos rodaron desordenadamente,
Cuando golpeó la campana de la muerte,
Y él rugió en el infortunio.
Se retorció sobre la tierra,
Pero cuando el tañido se detuvo,
Fluyeron sus lágrimas otra vez.

Y el hielo de la desesperación
Congeló sus latidos salvajes,
Él sentado en muda agonía;
Hasta que las estrellas nocturnas brillaron,
Y luna pálida se durmió en la colina.

Entonces se arrodilló en su celda:
Y los horrores de infierno
Parecían placeres a su tormento,
Rezó a Dios para disolver el encantamiento
Que se demora en la eternidad.

En ferviente plegaria se hincó sobre la tierra,
Hasta que la campana de abadía golpeó:
Su sangre febril detuvo el temblor:
Y una voz hueca murmuró alrededor,
"¡El término de tu penitencia es hoy!"

La noche creció, oscura;
Brilló el ojo de la luna
Encerando las montañas altas;
Y, de la colina negra,
Brotó una voz fría y siniestra,
"¡Monje! Eres libre. Ya puedes morir."

Entonces atizó sus pies,
Y su corazón se estremeció,
Sus miembros se paralizaron de horror;
Mientras el rocío húmedo de la tumba
Sobre su frente pálida creció;
Al disponerse a dormir con los muertos.

Y la tormenta salvaje de la medianoche
Deliró en torno de su erguida silueta,
Buscó la penumbra de la iglesia:
Y la hierba hundida realmente suspiró
Al viento, triste y alto,
Mientras él buscaba la tumba nueva.

Formas siniestras y aladas,
Revolotearon a su alrededor,
Mezclando sus aullidos con el viento:
Y sobre la pared oscura
Las sombras entrevistas realmente cayeron
Como los horrores del pasado.

Y el demonio de la tormentá giró
Sobre aquella tumba nueva,
Y las sombras feroces la rodearon.
El Monje aulló al Señor por su alma,
Y presa del espanto se arrojó en la tierra.

La desesperación dominó su brazo
Para disipar el encanto,
Desgarró al medio el atúd de la monja.
Y la fiera tormenta realmente arreció,
Más fabulosa, y luego cayó
Al oír las penas del trueno.

Rió alegre la multitud diabólica,
Mezclada con la risa fría de los cadáveres;
Y sus alas espantosas, al flotar en la noche,
Murmuraron algo sobre un horror secreto.

Y el esqueleto de la Monja sudó,
Goteó con el rocío gélido de infierno.
En sus ojos licuefactos dos pálidas llamas aparecieron,
En triunfante destello fulminaron al Monje,
Mientras él aguardaba de pie en su celda.

Y su mano putrefacta acarició su cerebro;
Cada suspiro se desvanecía por el miedo.
"Nunca volveré a respirar;
La muerte termina mi angustioso dolor.
La tumba bosteza. Allí nos encontraremos."

Sus pulmones espectrales realmente exhalaron
Los sonidos solitarios del espanto,
Oscuras vibraciones se estiraron sobre la tierra;
Y como las notas severas que flotan en el desierto
,
Un gemido profundo respondió desde el infierno.

SIGO LLORANDO POR TI, DE PIGNOISE.

jueves, 19 de mayo de 2011

UNA NUEVA VIDA. 12ª Parte: Un bello sueño.



 
Durante una semana estuve enseñándole a Carlos equitación y esgrima, y mientras las practicábamos solíamos ver a Juan y a María, conversando y paseando juntos por los jardines, en mi modesta opinión, creo que entre esta pareja esta surgiendo algo, algo bello y hermoso, creo que entre ellos dos, está surgiendo el amor, se estaban enamorando los dos.
- ¡Padre!- llamó Carlos mi atención.
- Si, hijo, dime.- le respondí, mientras seguíamos con la clase de esgrima.
- Ya lleváis una semana enseñándome equitación y esgrima.- me replicó Carlos.- ¿cuando vais a empezar con las clases de piano?, aún no he llegado ni a ver el piano.
- Pronto, muy pronto, os enseñaré a tocar el piano.- le contesté.
- Pues, parece como si no quisierais enseñarme.- protestó.- me gusta que me enseñéis equitación y esgrima, pero también quiero llegar a tocar el piano.
- Esta bien, tenéis razón, creo que ya ha llegado el momento.- le informé a Carlos.- mañana mismo empezaréis a tocar el piano
- ¡Bien, estupendo!- exclamó Carlos con mucha alegría.
- Pero eso no quiere decir que dejarás la equitación y la esgrima.- le informé.- seguiremos con ellas también.
- Esta bien.- dijo Carlos.- pero quiero llegar a tocar el piano, como lo tocáis vos.
- Intentaré enseñaros lo mejor que sé.- le dije.- y llegaréis a tocarlo como yo.
Al día siguiente tras sus clases con María, y como le prometí a Carlos, lo cité en la sala donde estaba el piano. Carlos llegó a la sala corriendo y muy entusiasmado, donde ya lo estaba esperando yo, sentado al piano.
- ¿Puedo pasar?- preguntó Carlos con la voz jadeante, abriendo la puerta de la sala y asomando su cabeza, por el pequeño hueco.
- Por supuesto.- le autoricé.- os estaba esperando, Carlos. Pasad no os quedéis en la entrada.
- Ya estoy aquí.- señaló Carlos mientras tomaba aire, estaba agotado por haber venido corriendo.- ¿Hoy por fin, me enseñaréis a tocar el piano?
- Sí, venid aquí.- le pedí.- sentaos junto a mí, en frente del piano.
- ¿Podré tocar sus teclas?- preguntó Carlos sentándose a mi lado, parecía temer tocar las teclas del piano.
- Sí, podréis tocar sus teclas.- le respondí.- Como puedes ver tiene muchas teclas, y cada una de ellas emite un sonido diferente.
- Madre mía, cuantas teclas tiene.- observó Carlos.- debe ser muy difícil tocar el piano, con tanta tecla.
- Como todo en la vida, es cuestión de práctica.- le dije a Carlos.- cuanto más practiquéis mejor lo haréis.
- Pero yo quiero llegar a hacerlo tan bien, como lo hacéis vos.- replicó Carlos.- quiero llegar a ser un gran pianista. Juan me contó que sois un gran concertista de piano, y que habéis viajado por todo el mundo. dando conciertos de piano.
- ¿Así que Juan os ha contado cosas de mi pasado?- pregunté con ironía.- bueno, empezad por tocar las teclas una a una y escuchad el sonido que producen.
Carlos comenzó a tocar las teclas una por una y se escuchaba la escala: Do, re, mi, fa, sol, la, si, do..., y vuelta a empezar con otra escala, Carlos tocaba muy lentamente las teclas con el dedo índice de su mano derecha.
- ¿Carlos. recuerdas lo primero que te enseñé en las clases de equitación?- le pregunté.
- Pues sí.- contestó Carlos.- permanecer con la espalda recta y..., sentir el mismo ritmo del caballo, para adaptarme a él, como su fuésemos uno solo.
- Pues eso tienes que aplicarlo aquí.- le informé.- mantened la misma postura, que cuando montáis a caballo, y cuando toquéis, tenéis que sentir el ritmo de la música, de igual manera que sentíais el ritmo del movimiento del caballo, vos con la música debéis llegar a ser uno, de esta manera llegaréis a ser un virtuoso del piano.
- Sí, sí, tenéis toda la razón del mundo.- señaló Carlos.
Y así lo hizo, corrigió su postura al piano, y continuó tocando las teclas del piano una a una, y parecía sentir mejor el ritmo de las notas musicales.
- Y ahora acordáos de lo que aprendimos con las clases de esgrima.- le apunté.
- ¿Y a qué os estáis refiriendo?- preguntó Carlos intentando recordar.
- Dije que para el uso del florete la fuerza radica en los dedos.- le recordé a Carlos.- Con la práctica del florete habéis adquirido mucha agilidad en los dedos, así que, usad esa agilidad adquirida, con las teclas del piano, usad todos los dedos.
- Esta bien, así lo haré.- dijo Carlos.
Carlos hizo caso de mis consejos, y comenzó a usar todos los dedos para tocar las teclas, y al hacerlo parecía que el sonido del piano había mejorado. La notas musicales eran mucho más melodiosas ahora. Tocar las teclas de un piano puede hacerlo cualquier persona, pero lo difícil es transmitir sensaciones cuando se toca, y eso es lo que hace un buen concertista de piano.
- ¿Q te parece ahora?- le pregunte a Carlos.- ¿a que suena mucho mejor que antes?
- Pues lo cierto es que sí.- me contestó.- se nota la diferencia, antes se escuchaba peor, ahora sí que suena mejor.
- Ahora vamos a probar con otra cosa.- le dije.- fijáos en mí, y luego repetid lo que yo haya hecho.
- De acuerdo.- me dijo Carlos.- me fijaré bien.
Entonces me puse a tocar una melodía nada complicada, empecé con unas pocas notas, y Carlos después las repetía, no lo hacía nada mal, luego fui aumentando el numero de notas poco a poco, conforme Carlos los repetía. Al aumentar el numero de notas, Carlos cometió algunos errores, y él mismo se enfadaba por ello.
- Como has comprobado por ti mismo.- le dije.- no es fácil aprender a tocar de memoria.
- Es que son muchas teclas, las que hay que memorizar.- protestó Carlos.
- Para eso están las partituras.- le informé.- son la manera de escribir la música en papel, y así luego poder leerla, para poder tocarla.
- Yo ya sé leer muy bien.- apuntó Carlos muy orgulloso.
- En ese caso.- le dije, cogiendo una partitura que había sobre el piano y mostrándosela.- podéis leerme esto.
- ¿Pero esto que es?- preguntó Carlos muy sorprendido.
- Esto es una partitura, y se lee de esta manera.- le dije, a la vez que interpretaba la melodía que estaba plasmada en la partitura.
- Ha sido fantástico.- me alabó Carlos, una vez terminada la melodía.
- Cada símbolo de la partitura representa una nota musical.- le informé.- y sabiendo que nota es, luego sabes que tecla debes pulsar.
- Eso parece muy difícil de aprender.- apuntó Carlos.- esto no será nada fácil, para mí.
- Acaso no aprendisteis a leer y escribir.- le dije.- pues, también aprenderéis a leer una partitura.
- ¿Estáis seguro de ello?- preguntó Carlos.
- No me cabe la menor duda.- le dije.- yo os enseñaré, y con lo inteligente que sois, seguro que aprenderéis muy rápido.
- Eso espero, yo pondré todo mi empeño en ello.- dijo Carlos muy animado.
- He de admitir, que vuestra fuerza de voluntad es admirable.- le dije a Carlos, eso era algo que me hacía estar muy orgulloso de él.
- Y conseguiré tocar muy bien el piano.- dijo Carlos.- llegaré a tocarlo tan bien, como lo tocáis vos.
Durante muchos meses le estuve dando a Carlos clases, se convirtió en un gran jinete, y en un buen tirador de esgrima, lo cierto es que Carlos disfrutaba mucho con estas actividades, y a mí me encantaba estar con él, me lo pasaba genial montando a caballo, y practicando esgrima con mi Hijo. Pero con lo que más disfrutábamos los dos eran con las clases de piano, se le veía tan contento a Carlos, cuando ambos tocábamos juntos, con el tiempo Carlos llegó a interpretar las partituras, y lo consiguió muy deprisa, y en muchas ocasiones tocábamos a dúo alguna obra musical. De vez en cuando le dejaba la tarde libre, para que pudiera jugar con sus amigos, no todo era estudiar y estudiar.
Pero lo mejor de todo era, que en muchas ocasiones, cuando Carlos y yo tocábamos el piano, sentía la presencia de Ella, notaba su aroma, y el roce de su mano sobre mi hombro, o en mi rostro cuando me lo acariciaba. Y algunas veces Carlos me comentaba que sentía como si alguien le acariciara la cara, cuando tocábamos juntos. Ella nos observaba a los dos, y no podía evitar acariciarnos.
Una noche en la que estaba en la sala tocando el piano, como tantas otras noches lo había hecho, volví a recibir una grata visita, una de esas visitas con las que tanto disfrutaba, y que nunca quería que acabasen.
- ¡Muy buenas noches, Vida mía!- me saludó Ella muy dulcemente, a la vez que me daba un beso en la mejilla.
- ¡Buenas noches, Mi amor!- le devolví el saludo y el beso.
- Últimamente, se os ve muy contento.- señaló Ella, regalándome una de sus hermosas sonrisas.
- La verdad, es que sí.- le respondí.- me encanta estos momentos que paso con mi Hijo, enseñándole de nuevo, aunque ahora le estoy enseñando otras cosas.
- Y como siempre, lo estáis haciendo muy bien.- dijo Ella.- Carlos monta muy bien, también maneja muy bien el florete, y esta aprendiendo muy rápido a tocar el piano, y cada día lo esta haciendo mucho mejor.
- Muchas gracias, por la parte que me toca.- le agradecí a Ella.
- No tenéis que agradecerme nada.- me dijo.- yo tan solo os digo la verdad, sois un gran profesor, no importa la asignatura que enseñéis.
- No creo que sea tan buen profesor.- le dije.- tan solo intento serlo, y le pongo todo mi empeño.
- ¿Pero os estáis escuchando?- preguntó Ella.- Fijáos en Carlos, el es feliz aprendiendo con vos, y aprende deprisa por que disfruta estudiando con vos. Además tuvísteis una gran idea enseñándole equitación y esgrima.
- Si, con ello quise que Carlos aprendiera algunos principios básicos, para aplicarlos a la hora de tocar el piano.- le dije.
- Y a la vez que Carlos aprendía, también se divertía.- señaló.- y eso es síntoma de que sois un gran profesor.
- Esta bien, vos ganáis.- le dije con una sonrisa.- soy un buen profesor, jajajaja...
- Menos mal, pensaba que al final os tendría que tirar de las orejas, para que me diérais la razón.- me replicó Ella, con ironía.
- No, eso no.- dije tapándome las orejas con las manos.- un tirón de orejas, no.
- No os preocupéis.- me dijo dándome un tierno beso en los labios.- yo nunca os haría daño.
- Eso ya lo sé.- le dije.- pero de pequeños, más de un tirón de orejas me habéis dado.
- Bueno, es que de pequeño algunas veces os portabais mal conmigo.- me reprochó Ella.- y además, os lo merecíais.
- Si, es cierto.- le dí la razón.- pero después todo cambió, después me portaba muy bien con vos.
- Disfrutaba mucho de esos momentos juntos.- afirmó Ella.- incluso cuando os portabais mal, y después cuando crecimos, y vos os portabais tan dulcemente conmigo.
- Es que me enamoré de vos.- le dije con tono algo burlón.- y tenía que engañaros para que cayerais en mis redes, y poder atraparos.
- Y al final caí en vuestras redes, como la mosca cae en la tela de araña.- dijo Ella con la mirada clavada en el suelo.- pero por desgracia una terrible enfermedad se cruzó en nuestras vidas.
- Y sufrimos mucho por ello los dos.- recordé con tristeza.- pero ahora las cosas han cambiado, y os amo más cada día.
- Yo también os amo.- me replicó Ella dándome un apasionado beso.
- Bueno, dejemos de recordar esos momentos tan tristes.- le pedí a Ella.
- Tenéis razón, es mejor no recordar hechos tan tristes.- me dio Ella la razón.- Tengo curiosidad por una cosa.
- Decidme pues.- le dije.- ¿que cosa es esa?
- Me he fijado últimamente que Juan y María están muy unidos.- me comentó Ella.
- Si, tenéis razón.- le dije.- yo también me he percatado de ello.
- ¿Creéis que entre ellos hay algo más que una gran amistad?- me preguntó con mucha curiosidad.
- Pues sinceramente, es algo que desconozco.- le respondí.- pero me alegraría mucho, que surgiera algo más que amistad entre ellos.
- Sí, tenéis razón.- me replicó Ella.- a mí también me gustaría, María y Juan hacen una linda pareja.
- Celebrar una boda en esta casa, esa idea me atrae mucho.- le dije.
- ¿No creéis que os estáis apresurando?- preguntó Ella.
- Por muchos años, soñé con celebrar una boda en esta casa.- le comenté a Ella.- celebrar nuestra boda, celebrar mi matrimonio con vos. Una boda por todo lo alto en esta casa.
- Yo también deseaba una boda así con vos.- dijo Ella apenada.- pero los deseos, no siempre se pueden cumplir.
- Pero eso ahora, es algo que ya no me importa.- le dije mientras la abrazaba, y la besaba apasionadamente, intentando evitar que Ella se sintiera triste.
- Aunque no pudimos casarnos, yo me siento muy feliz ahora.- me dijo Ella.- Os amo con toda mi alma, y sé que vos sentís lo mismo por mí.
- De eso podéis estar segura.- le confesé a Ella.- Yo os amaré por siempre, no importa lo que suceda, os amaré por toda la eternidad.
Permanecimos abrazados, en silencio, durante muchos minutos, hasta que Ella rompió este mágico momento.
- Ya es tarde, querido, deberíais iros a la cama.- me dijo.- debéis descansar, estáis agotado.
- Pero no quiero que os marchéis.- le dije.- quiero que estéis aquí, conmigo.
- Esta bien, me quedaré con vos esta noche.- me concedió Ella.- Pero subid a vuestra alcoba, no querréis pasar otra noche aquí, durmiendo sobre el piano.
- En ese caso, me iré a la cama.- le dije a Ella.- si vos permanecéis a mi lado.
Y así fue como subí a mi alcoba a dormir, y Ella me acompañó. Me tumbé en mi cama para dormir y Ella se tumbó a mi lado, y abrazado a Ella me quedé dormido. Mientras dormía tuve un agradable, hermoso y maravilloso sueño:
La casa estaba muy decorada, llena de flores por todas partes, inundando de agradables aromas todos los rincones de la casa. Era un precioso día de primavera, un soleado día, sin calor y a la vez sin frío, con una temperatura muy agradable. Y los pájaros trinaban en el exterior.
De pronto me vi a mi mismo en la capilla privada de mi Hacienda, en frente del altar, vestido con mis mejores galas, junto a mí se encontraba el párroco de la Villa y sentados en los bancos de la capilla, se encontraban todos mis familiares y mis amigos.
Fue entonces cuando sonó una marcha nupcial, y al oír esta música, me giré hacia la puerta de la capilla y pude ver como entraba una pareja agarrados del brazo, era Ella acompañada por su Padre. Ella vestía con un hermoso vestido de novia blanco, con un velo cubriéndole la cabeza y una gran ramo de rosas blancas en las manos.
Ella junto a su acompañante se acercaron lentamente hacia el altar, y su Padre me la entregó, de inmediato el párroco comenzó con la ceremonia, la ceremonia que nos convirtió, a Ella y a mí en marido y mujer, la ceremonia de matrimonio. Cuando el cura terminó la ceremonia, tras el beso, todos los presentes aplaudían y gritaban de alegría.
Tras la ceremonia se celebró una gran fiesta, todo el mundo derrochaba alegría, era una fiesta formidable. Pero el momento culminante de la fiesta, fue el baile, ese primer baile que bailábamos Ella y yo, como marido y mujer, la orquesta que amenizaba la fiesta comenzó a tocar el Vals "El Danubio azul", de Johann Strauss, el Vals más bello que se ha compuesto. Fue todo un placer bailar ese Vals con Ella, con quién ahora era mi esposa.
Me sentía tan feliz, por fin, mi más preciado deseo se había cumplido, Ella y yo ya estábamos casados, ya eramos un matrimonio, dentro de mi interior, yo ya sabía que todo aquello era un sueño, pero un sueño que siempre he deseado vivir. Ella se veía tan hermosa así vestida, estaba tan bella, y su sonrisa iluminaba todo el Salón. No me importaba que todo esto fuese un sueño, de lo único que estaba seguro era de que no quería despertarme. No quería que este sueño se desvaneciera, no quería que se acabase, me negaba,,, me negaba a abrir los ojos, si los abría toda esta felicidad se esfumaría.
Pero los sueños, son sueños, y tarde o temprano hemos de volver a la cruda realidad, tarde o temprano los sueños tienen que acabarse, aunque no queramos estos sueños no duran para siempre.
Un dulce y cálido beso consiguió despertarme, y al sentir esos labios sobre los mios, abrí los ojos. Y ante mí pude ver su hermoso rostro, me observaba detenidamente con una hermosa sonrisa, adornando su bella cara.
- ¡Buenos días, Mi Amor!- le saludé mientras estiraba mis brazos, intentando desperezarme.
- ¡Buenos días, Vida Mía!- me devolvió Ella el saludo, a la vez que volvía a besarme en los labios.
- ¡He dormido de maravilla!- le informé a Ella, mientras me incorporaba y me sentaba en la cama.
- Se nota.- me dijo con una pícara sonrisa.- parece que os habéis levantado de muy buen humor.
- ¿Sabéis? He tenido un maravilloso sueño durante esta noche.- le informé a Ella.- El mejor sueño que he tenido nunca.
- ¿Tan bueno fue ese sueño?- me preguntó Ella.
- El mejor sueño del mundo.- le respondí.- He soñado con nuestra boda, por fin conseguía casarme con vos. Por fin eramos un matrimonio.
- ¿Y erais feliz?- volvió a preguntar.
- Pues claro que sí.- le respondí frunciendo el ceño.- Siempre he deseado eso, aunque ya sea imposible, siempre he deseado casarme con vos.
- ¡Lo sé, Amor Mio, ya lo sé!- me dijo Ella susurrándome al oído.- Recordad que yo también estaba en ese sueño.
- ¿Que queréis decir?- le pregunté con curiosidad.
- Que yo también he vivido ese sueño.- me informó regalándome una pícara sonrisa.- y lo recuerdo todo, todo lo sucedido en ese sueño.
- ¿Hemos tenido el mismo sueño?- le pregunté.
- Sueño o realidad, que más da.- remarcó Ella.- Lo verdaderamente cierto, es que ambos eramos muy felices en esa experiencia.
- Sí, tenéis toda la razón del mundo.- le dí la razón.- me sentí muy feliz, muy, muy feliz, por que conseguí casarme con vos, un sueño hecho realidad, me da igual que haya sido un sueño, pero esa felicidad ha sido real y aún la guardo en mi corazón.
- Sí, yo también lo guardo en mi corazón.- me dijo.- me ha encantado casarme con vos, y bailar ese precioso Vals.
- A mí también me ha encantado.- le dije a la vez que le daba un apasionado beso.- Vos y yo unidos en matrimonio.
Pero esta conversación se terminó, puesto que no podía pasarme todo el día en la cama con Ella, tenía obligaciones que atender, tenía trabajo que hacer. Tenía que revisar las cuentas de la Hacienda, ocuparme de mandar los pedidos que mis clientes solicitaban, y sobre todo de pagar las nóminas de los trabajadores, que ya era tiempo de pagarles su salario. Para luego tener la tarde libre, y así poder continuar con las clases de equitación, de esgrima y de piano, que le estaba impartiendo a Carlos.

YA NO SIENTO NADA, DE LOS REBUJITOS.

martes, 17 de mayo de 2011

NEVER ENOUGH, DE EPICA.

AUSENCIA, DE JORGE LUIS BORGES.

Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.

lunes, 16 de mayo de 2011

A UNA NOVIA, DE RUBÉN DARÍO.

Alma blanca, más blanca que el lirio
frente blanca, más blanca que el cirio
que ilumina el altar del Señor:
ya serás por hermosa encendida,
ya será sonrosada y herida
por el rayo de la luz del amor.
Labios rojos de sangre divina,
labios donde la risa argentina
junta el albo marfil al clavel:
ya veréis cómo el beso os provoca,
cuando Cipris envíe a esa boca
sus abejas sedientas de miel.
Manos blancas, cual rosas benditas
que sabéis deshojar margaritas
junto al fresco rosal del Pensil:
¡ya daréis la canción del amado
cuando hiráis el sonoro teclado
del triunfal clavicordio de Abril!
Ojos bellos de ojeras cercados:
¡ya veréis los palacios dorados
de una vaga, ideal Estambul,
cuando lleven las hadas a Oriente
a la Bella del Bosque Durmiente,
en el carro del Príncipe Azul!
¡Blanca flor! De tu cáliz risueño
la libélula errante del Sueño
alza el vuelo veloz, ¡blanca flor!
Primavera su palio levanta,
y hay un coro de alondras que canta
la canción matinal del amor.

LA NOCHE EN LA ISLA, DE PABLO NERUDA.

Toda la noche he dormido contigo
junto al mar, en la isla.
Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
entre el fuego y el agua.

Tal vez muy tarde
nuestros sueños se unieron
en lo alto o en el fondo,
arriba como ramas que un mismo viento mueve,
abajo como rojas raíces que se tocan.

Tal vez tu sueño
se separó del mío
y por el mar oscuro
me buscaba
como antes,
cuando aún no existías,
cuando sin divisarte
navegué por tu lado,
y tus ojos buscaban
lo que ahora
-pan, vino, amor y cólera-
te doy a manos llenas
porque tú eres la copa
que esperaba los dones de mi vida.

He dormido contigo
toda la noche mientras
la oscura tierra gira
con vivos y con muertos,
y al despertar de pronto
en medio de la sombra
mi brazo rodeaba tu cintura.
Ni la noche, ni el sueño
pudieron separarnos.

He dormido contigo
y al despertar tu boca
salida de tu sueño
me dio el sabor de tierra,
de agua marina, de algas,
del fondo de tu vida,
y recibí tu beso
mojado por la aurora
como si me llegara
del mar que nos rodea.

FALLEN ANGELS, DE BLACK VEIL BRIDES.

sábado, 14 de mayo de 2011

UNA NUEVA VIDA. 11ª Parte: Nuevas Clases.



La vida nos sonreía, como padre e hijo, Carlos y yo vivíamos muy felices, tanto tiempo esperando y este sueño se había cumplido. Y esta felicidad de había contagiado a todos los que residían y trabajaban en la Hacienda. Todo iba viento en popa, los negocios estaban en auge, las cosechas fueron excelentes y la producción de vino se había multiplicado, incluso el negocio ganadero había mejorado bastante. Todo, absolutamente todo, estaba saliendo estupendamente. Vivíamos una bonanza económica bastante buena.
Estaba ya cayendo la tarde y como en muchas otras ocasiones me encontraba en el salón tocando mi piano, acariciando dulcemente las teclas del piano, llevaba poco tiempo tocando una bella melodía cuando noté su presencia, Ella volvía a estar conmigo, nuevamente acompañándome, tocando su arpa. Entre ambos tocábamos una hermosa obra musical.
- Me ha encantado volver a tocar con vos, Mi Amor.- le confesé.
- Yo soy de la misma opinión, ha sido realmente maravilloso, como siempre lo ha sido, Mi Vida.- me dijo Ella.
- Os añoraba, ya hacía días que no me visitabais.- le recriminé, pero en realidad nunca podría enojarme con Ella.
- ¿Acaso necesitabais de mi presencia?- preguntó con una picara sonrisa.
- Yo siempre he necesitado de vuestra presencia, sin vos a mi lado es como si me faltara algo.- le respondí mirándole a los ojos.
- Pero ahora ya tenéis un hijo, Carlos llenará ese vacío.- me dijo Ella muy contenta.
- Es cierto que siempre he anhelado ser Padre, y Carlos llenará un vacío que había en mi corazón. Pero el vacío que me dejasteis con vuestra muerte, ese vacío, jamás, nunca se llenará, a no ser que seáis vos quien lo llene.- le confesé a Ella, sin dejar de mirarle a los ojos y sin pestallear ni una sola vez.
- Es por cosas como esta, por lo que os amo tanto.- me dijo.- Es imposible no amaros.
- Yo también os amo, en cuerpo y alma, y siempre os amaré. En el corazón no se manda, con el corazón solamente sentimos, y lo que realmente siento, es que mi corazón es vuestro y lo será para toda la eternidad.- le declaré a Ella.
Ella se acercó a mí y posando sus labios sobre los mios, me dio un apasionado beso. Yo la abracé, quería sentirla junto a mí, sentir su aliento, sentir el aroma de sus cabellos y sentir el roce de su piel. Cuando estoy así con Ella desearía que el mundo se detuviera, para que un momento así no terminase nunca, pero el tiempo no puede detenerse, y de sobra es sabido que estos momentos tarde o temprano se acaban, nunca duran para siempre.
- Amor mio, he de marcharme.- me informó.
- No, no quiero.- protesté sin dejar de abrazarla.
- Pero alguien viene.- me informó.
- ¿Volveré a veros pronto?- le pregunté con los ojos humedecidos.
- Pronto, muy pronto, ahora atended a vuestro hijo.- me respondió mientras se desvanecía en el aire igual que se desvanecen los sueños.
Justo en ese preciso momento alguien llamaba a la puerta, estaba claro que quien llamaba a la puerta era Carlos, además de que me lo había dicho Ella, estaba claro que era Carlos, ya que los golpes en la puerta sonaron algo débiles.
- Pasad Carlos, adelante, entrad.- le pedí.
Carlos abrió la puerta y asomando la cabeza me preguntó muy asombrado:
- ¿Pero, como sabíais que era yo?
- Es que tengo un Ángel de la Guarda, que me informó de que venías.- le dije con una gran sonrisa.
- Padre, ¿os estáis burlando de mí?- preguntó algo molesto.
¡Dios!, como me gustaba oír esa palabra de su boca: PADRE; me sentía tan contento cada vez que me llamaba así, me llenaba tanto de orgullo oírle decir PADRE.
- No, Hijo, ¿que es lo que os preocupa?- le pregunté a Carlos con curiosidad.
- No, no me preocupa nada.- me contestó tímidamente.
- Entonces, dime, ¿qué es lo que tienes?. ¿te sientes mal?- le pregunté algo preocupado.
- No, si estoy perfectamente, es que...- dijo con la mirada clavada en el suelo, como si tuviera vergüenza de hablar conmigo.
- Tranquilizaos Carlos, puedes contarme todo lo que quieras, ¿o acaso quieres pedirme algo?- le pregunté.
- Bueno, es que os he oído tocar el piano hace un momento.- me dijo.- y muchas veces os he escuchado antes.
- Si, suelo tocar mucho el piano, desde hace muchos años.- le informé.- puedes venir a escucharme tocar, cuando quieras, siempre que quieras.
- Sí, me encantaría.- me dijo sonriente.- pero, lo que quiero es pediros otra cosa.
- Muy bien, pedidme lo que queráis.- le concedí, como sería capaz de negarle algo a mi hijo.
- Quisiera..., quisiera aprender a tocar el piano.- me pidió Carlos.- y que vos seáis quien me enseñe.
- Pero yo nunca he enseñado a tocar el piano a nadie.- le informé.- quizás no sea un buen profesor.
- Me encantaba cuando antes me dabais clases, no digo que María sea mala profesora, me encanta sus clases.- me dijo.- pero hecho de menos esos momentos. ¡QUIERO QUE MI PADRE ME ENSEÑE A TOCAR EL PIANO! Seguro que seréis un buen profesor, quiero que seáis mi profesor de nuevo.
- Esta bien, lo intentaremos, a ver como se me da.- le dije a Carlos.- pero hay que hablarlo con María, no quiero que esto afecte a tus clases con ella, tendrás que trabajar más duro, y tendrás menos tiempo libre para jugar y divertirte.
- Eso no me importa, me esforzaré más.- apuntó muy convencido.- mientras que seáis vos quien me enseñe a tocar el piano. Y así pasaré más tiempo con vos, con mi Padre.
- Pues de acuerdo.- comenté.- durante la cena, trataremos este asunto con María. Tenemos que reorganizar tus clases.
Algo más tarde, estábamos cenando el el comedor, como era habitual en María, ella solo comía, verduras, pasta y algo de fruta, no entiendo los gustos alimentarios tan raros de esta chica. Bueno, en fin, había llegado el momento de tratar con ella ese asunto que tanto le interesaba a Carlos, y por supuesto a mí también que me interesaba, tenía tantas ganas de enseñarle a Carlos a tocar el piano.
- ¡María!- llamé su atención.- Carlos y yo queríamos comentaros algo muy importante.
- Sí, ¿y de qué se trata?- preguntó María con curiosidad.
- Carlos me ha pedido que le enseñe a tocar el piano.- le dije.
- Es una genial idea.- comentó Juan.
- Sí, es fantástico.- dijo María.- pero no entiendo, ¿que tengo yo que ver con esto?
- De ningún modo quisiera que esto afectase a sus estudios.- le aclaré.
- ¿Por qué tendría que afectarle tocar el piano, a los demás estudios?- preguntó María.
- No quisiera que bajara su rendimiento.- le respondí.
- Para nada, Carlos es una gran estudiante.- apuntó María.- Seguro que esto no le afecta en absoluto.
- Sí, me esforzaré más, si es necesario.- dijo Carlos.- y estudiaré más horas al día, todas las que hagan falta.
- No te preocupes por eso Carlos.- le dijo María.- Eres un alumno muy aplicado, podrás con ello.
- Si pero, lo que no quiero, es que pierda algunas de sus clases, para aprender a tocar el piano.- le comenté a María.
- Eso por supuesto.- afirmó María muy seria.- mis clases son sagradas, nada de faltar a ninguna de ellas.
- Por eso he pensado, en darle clases de piano, durante las tardes, después de acabar sus estudios.- le dije.
- Me parece bien.- dijo María.- ¿pero no será muy duro para Carlos?
- No, no será duro.- respondió Carlos muy convencido.- podré con todo ello.
- Pues bien, que así sea.- dije.
- Padre e hijo tocando el piano,...- comentó Juan muy contento.
- Será algo digno de ver y de escuchar.- dijo María, con una graciosa sonrisa en su rostro.
- ¡Bien!- gritó Carlos lleno de alegría.
Un par de horas más tarde, cuando ya todo el mundo se había retirado a sus aposentos, yo me encontraba en el salón donde estaba con mi piano a solas, tomando una copa de brandy, estaba sentado al piano, pero sin tocarlo, tan solo acariciaba con la punta de mis dedos la madera de ébano negro.
- Sabes, amigo mio, dentro de muy poco tiempo, otra persona colocará sus pequeños dedos sobre estas teclas.- le hablé al piano.- él es mi hijo Carlos, y espero que os portéis tan bien con él, como lo habéis hecho conmigo. Yo sabré enseñarle también que os respete, de la misma manera que os respeto yo. Seguro que llegaréis a ser muy buenos amigos.
- Así que vais a volver a enseñar a Carlos, pero esta vez le enseñaréis a tocar el piano.- me dijo alguien que se sentó junto a mí en el taburete del piano.
- ¡Buenas noches, Mi Vida!- le saludé.- Sí, parece que voy a ser profesor de nuevo, pero esta vez profesor de música.
- ¡Mi amor! seréis un profesor extraordinario.- afirmó Ella.- con lo que amáis a la música, estoy segura que así será.
- Gracias, espero inculcarle ese amor por la música a Carlos, a mi hijo.- le dije muy ilusionado.
- Me encanta ver vuestro rostro iluminarse, cada vez que habláis de vuestro hijo.- me comentó Ella, a la vez que me regalaba un beso.
- Quisiera que vos también lo consideréis vuestro hijo.- le pedí a Ella.
- Desde luego, que ya lo considero como tal.- me respondió.- si es vuestro hijo, también es el mio, y le tengo un cariño especial, desde hace mucho tiempo.
- Gracias, muchas gracias.- le agradecí mientras le daba un abrazo y un beso.
- ¿Quisiera preguntaros una cosa?- me preguntó mirándome muy seriamente.
- Preguntadme lo que queráis.- le contesté.
- Si ya estabais dispuesto a enseñar a vuestro hijo a tocar el piano.- me comentó.- ¿por qué necesitabais la autorización de María?
- ¡Ah, eso!, dejadme explicaros.- le dije.- Cierto es, que ya había decidido darle clases de piano a Carlos, pero de ninguna manera le permitiría descuidar sus otras asignaturas. Por eso creé esta pantomima, y parece que María me siguió el juego, poniéndose algo seria. No quiero que Carlos piense, que le sería muy fácil conseguir todo lo que quisiera, quiero que aprenda a esforzarse, para conseguir sus sueños, no facilitándole las cosas demasiado. De esta manera también educo su carácter.
- Siempre he dicho que sois muy inteligente.- afirmó Ella, colocando su cabeza sobre mi hombro.- Sois un gran maestro, y seréis un gran padre.
- Eso intento, cariño.- le dije.- eso intento.
- Y lo lograréis.- me respondió.- de ello estoy segura, no tengo la menor duda.
A la mañana siguiente me desperté en el salón, me había quedado dormido allí, apoyado sobre el piano, estaba algo dolorido, pues la postura en la que dormí, no era muy cómoda. Pero no me importaba en absoluto, vale la pena todo sufrimiento, solo por estar con Ella, aunque solamente sea un segundo.
Me dirigí a mi alcoba para descansar, lo cierto es que me desperté totalmente agotado, estuve casi toda la noche con Ella, así que apenas había dormido nada. Mientras subía las escaleras para llegar al piso superior donde estaba mi habitación, me encontré con Juan, que ya estaba levantado, ocupándose de sus tareas de la casa.
- ¡Buenos días!- me saludó.
- No son tan buenos.- le respondí.
- ¿Os encontráis bien?- me preguntó.- lo cierto es que no tenéis buena cara.
- No, estoy agotado.- le contesté.- apenas he dormido, y lo poco que he dormido, lo he hecho en el salón, sobre el piano.
- En ese caso, será mejor que se vaya a descansar.- me aconsejó Juan.
- Si, eso voy a hacer.- le dije.- por favor, disculpadme ante Carlos y María.
- Perded cuidado, que así lo haré.- me dijo Juan.
- ¡Ah! Informa a Carlos que tras las clases con María, empezaremos con las clases, que me espere en las cuadras, allí le daré la primera clase.- le pedí a Juan.
- ¡¿En las cuadras?!, esta bien, se lo diré.- exclamó Juan muy extrañado.
- Gracias, amigo.- le agradecí, conforme subía las escaleras, dirigiéndome a mi alcoba para ir a descansar.
Cuando me desperté ya era media tarde, me desperté bien descansado y muy animado. Estaba preparado para darle clases a Carlos, aunque creo que no sería como Carlos se lo esperaba. Pero primero comería algo, lo cierto es que me levanté con mucho apetito, puesto que ya habían almorzado los demás, me dirigí a las cocinas para comer algo sin molestar a nadie. Comí algo ligerito, no quería sentirme pesado para las clases, tomé ensalada y algo de fruta, lo mismo que suele comer María.
Después de comer algo, abandoné las cocinas y me encaminé hacia las cuadras. Allí yo mismo le coloqué las sillas de montar a dos caballos, uno de ellos era Lucero Negro, y el otro era un potro mucho más joven, una replica exacta de Lucero Negro, que lo había preparado para Carlos. Apenas había acabado de hacer estos menesteres, cuando Carlos llegó a las cuadras.
- Buenas tardes, Padre.- me saludó detrás de mí.
- Buenas tardes, Hijo.- le devolví el saludo.
- Juan, me informó de que queríais verme aquí, tras las clases.- me dijo.
- Sí, esta va a ser la primera lección.- le repliqué, señalando a las monturas, ya preparadas.
- ¿Y esto que tiene que ver con tocar el piano?- preguntó Carlos muy extrañado.
- Antes de empezar a correr, tienes que aprender a caminar.- le respondí.
- No os entiendo, ¿qué queréis decir?- volvió a preguntar muy sorprendido.
- Todo a su tiempo.- le contesté.- Ahora montemos a caballo.
- Es un potro muy hermoso, se parece mucho a Lucero Negro.- señaló.
- Es normal, Lucero Negro es su padre.- le informé.- Es un regalo para ti.
- Para mí, es fantástico, ¿cual es su nombre?- preguntó Carlos muy contento.
- No tiene nombre aún, como es vuestro, es decisión vuestra ponerle un nombre.- le dije.- ¿como queréis llamarlo?
- Dejadme pensar un momento...- dijo Carlos, mientras se rascaba la cabeza, pensando.- al ser hijo de Lucero Negro, ¿que tal si lo llamamos Estrella Oscura?
- Si es vuestro gusto.- le dije.- lo cierto es, que ese nombre es de mi agrado.
Después de esto nos subimos a los caballos, y dimos un paseo. Era gracioso ver a Carlos montado en su caballo, se notaba que no tenía mucha experiencia, el pobre se manejaba muy torpe sobre la silla, y daba pequeños saltitos a cada paso que daba Estrella Oscura. Lo cierto es que verlo así me divertía, se le notaba que no lo estaba pasando muy bien, pero Carlos no se quejaba en absoluto, intentaba mantenerse firme sobre la silla de montar.
- ¿Estáis bien?- le pregunté.- ¿Parece que no estáis muy cómodo?
- Si, estoy bien.- me dijo con la voz entrecortada.
- Pues yo diría que no estáis muy bien.- le comenté.
- Esto es muy incomodo.- protestó Carlos.- Con tanto salto, ya me duele el trasero.
- ¿Nunca habíais montado antes?- le pregunté.
- No nunca.- me respondió algo apenado.- alguna vez en burro, pero nunca antes había montado en caballo.
- Se nota con solo veros.- le dije.- mantened la espalda recta y seguid el mismo ritmo que lleva el caballo.
- ¿Como?- preguntó.
- Siente el ritmo del caballo, su movimiento al caminar, y adaptáos a él.- le aconsejé.
- ¿Y como hago eso?- me preguntó muy impaciente.
- El movimiento del caballo y tu balanceo deben ir al mismo compás, debéis ir al mismo ritmo, como si fueseis uno solo.- le indiqué.
- Lo intentaré.- respondió Carlos, mientras sus movimientos mejoraron algo.
- ¿Y ahora que tal?- le pregunté.- ¿a que es mejor así?
- Pues sí que lo es.- dijo sonriendo.- es más cómodo, y el trasero así me duele menos.
- Seguro que con el tiempo y practicando duro, lo haréis genial, seréis un buen jinete.- le dije a Carlos.
- ¿De veras? Me encanta este caballo, y quisiera aprender a montar mucho mejor.- comentó Carlos.
- Puede que el día de mañana os enseñe equitación marcial.- le dije.
- Pero hay algo que no entiendo, ¿qué tiene que ver la equitación, con aprender a tocar el piano?- preguntó Carlos.
- Con el tiempo lo comprenderéis.- le respondí.
Estuvimos montando a caballo más o menos por una hora, y después de dejar a los caballos en las cuadras, de quitarles las sillas y de darles de comer, me decidí a enseñarle otra cosa. Entré en casa, mientras Carlos me esperaba en los jardines, y al cabo de unos minutos volví a salir con dos floretes sin punta.
- Carlos, tomad un florete.- le pedí, mientras se lo ofrecía.
- ¿Y ahora que es esto?, ¿me enseñaréis esgrima también?- me preguntó Carlos, el pobre no entendía nada.
- Sí, ahora os enseñaré esgrima.- le respondí.
- Pero esto es muy raro, ¿qué tiene que ver la esgrima con el piano?- preguntó algo fastidiado.
- Antes de empezar a correr,...- comencé a decir.
- Si, si, ya lo sé.- me interrumpió.- Tengo que aprender a caminar.
- Jajajaja..- me reí.- veis ya habéis aprendido algo hoy.
- Esta bien, vamos a aprender esgrima.- dijo resignado.
- Bien, empecemos.- comencé a decirle.- La esgrima es una arte de lucha, con arma blanca larga, por lo tanto es una lucha a corta distancia, es decir, cuerpo a cuerpo. En la esgrima se usan tres armas: el florete, la espada y el sable. Empezaremos con el florete que es más ligero y es el que nos conviene para nuestros propósitos. El florete tenéis que cogerlo de la misma manera que cogeríais a un pajarillo, si lo cogéis con mucha fuerza lo aplastaréis, pero si lo cogéis con poca fuerza se os escapará de las manos.
Al decirle estas palabras golpeé con mi florete, al florete que portaba Carlos, y este se le escapó de las manos y cayó al suelo.
- Lo siento.- se disculpó Carlos, a la vez que lo recogía del suelo.
- No os preocupéis, pero veis lo que os decía, hay que coger el florete muy bien.- le dije a Carlos.- Con la espada y el sable, la fuerza radica en muñeca y el brazo, pero esto no es así con el florete. En el uso del florete la fuerza radica en los dedos, al ser más ligero, y flexible, lo que se busca es la rapidez de movimientos, y movimientos muy precisos y exactos. Con el tiempo serás capaz de apagar una vela con la punta del florete, sin tocar esa vela.
- Eso parece muy difícil.- comentó Carlos.
- Solo es cuestión de práctica, como lo de montar a caballo.- le dije.- En poco tiempo llegarás a ser un gran tirador, serás un maestro de la esgrima, y también te enseñaré a usar la espada y el sable.
- ¿Aprenderé el uso de las tres armas?- preguntó Carlos con una sonrisa en la cara.
- Si, te enseñaré a usar las tres, pero empezaremos con el florete, cuando vayas mejorando con este y adquiriendo más fuerza pasaremos a la espada, y por último al sable.
- ¿Me ensañaréis también a usar armas de fuego?- me preguntó Carlos.
- Bueno, el uso de armas de fuego, no sé en que puede servir para el aprendizaje de como tocar el piano.- le dije.- pero si queréis aprender os enseñaré, pero cuando seáis más adulto.
- Bien, eso será genial.- comentó Carlos muy alegre.
- Pero paso a paso.- le dije.- primero aprenderéis el manejo del florete. Ponéos en posición, flexionad un poco las rodillas.
-¿Asi?- preguntó Carlos colocándose en frente de mí con el florete apuntándome muy alto.
- Colocáos un poco ladeado, así presentaréis menos blanco a vuestro contrincante.- le aclaré.- Bajad un poco el brazo derecho, de manera que el florete quede a la altura del pecho de vuestro oponente, y con el brazo izquierdo intentad mantener el equilibrio.
- ¿Lo estoy haciendo bien?- me preguntó Carlos, mientras se colocaba en la posición que le había aconsejado.
- Sí, así esta mucho mejor.- le dije a Carlos.- Y ahora, yo intentaré atacaros con movimientos lentos, a ver que tal os defendéis.
Y así fue como empecé a enseñarle a Carlos equitación y esgrima, ese fue el comienzo para que más adelante pudiera tocar el piano, pero antes de empezar a tocar las teclas de un piano, tenía que aprender unos principios básicos.
Me fijé que mientras yo le enseñaba esgrima a Carlos, Juan y María nos observaban sentados en uno de los bancos del jardín, mientras tenían una charla muy amigable. Tengo un presentimiento con estos dos, un buen presentimiento.

UN LINDO MENSAJE.

¡¡¡LO CIERTO ES QUE ESTE VIDEO HA HECHO QUE SE ME SALTEN LAS LÁGRIMAS!!!

ELLAS, DE NICO ZUVIRÍA.

jueves, 12 de mayo de 2011

SONETO GÓTICO, DE JULIO CORTÁZAR.

"Esta vernácula excepción nocturna,
este arquetipo de candente frío,
quién sino tú merece el desafío
que urde una dentadura taciturna.

Semen luna y posesión vulturna
el moho de tu aliento, escalofrío
cuando abra tu garganta el cortafrío
de una sed que te vuelve vino y urna

Todo sucede en un silencio ucrónico,
ceremonia de araña y de falena
danzando su inmovilidad sin mácula,

su recurrente espacio catatónico
en un horror final de luna llena.
Siempre serás Ligeia. Yo soy Drácula."

martes, 10 de mayo de 2011

QUIZÁS ME VES, DE JAIME SABINES.

Quizás me ves,
tal vez, acaso un día,
en una lámpara apagada,
en un rincón del cuarto donde duermes,
soy la mancha, un punto en la pared, alguna raya
que tus ojos, sin ti, se quedan viendo.

Quizás me reconoces
como una hora antigua
cuando a solas preguntas, te interrogas
con el cuerpo cerrado y sin respuesta.

Soy una cicatriz que ya no existe,
un beso ya lavado por el tiempo,
un amor y otro amor que ya enterraste.

Pero estás en mis manos y me tienes
y en tus manos estoy, brasa, ceniza,
para secar tus lágrimas que lloro..

DESERT RAIN, DE EDWARD MAYA FT. VIKA JIGULINA.

LOVE STONED, DE AKCENT.

lunes, 9 de mayo de 2011

EL POETA DICE LA VERDAD, DE FEDERICO GARCÍA LORCA.

Quiero llorar mi pena y te lo digo
para que tú me quieras y me llores
en un anochecer de ruiseñores,
con un puñal, con besos y contigo.

Quiero matar al único testigo
para el asesinato de mis flores
y convertir mi llanto y mis sudores
en eterno montón de duro trigo.

Que no se acabe nunca la madeja
del te quiero me quieres, siempre ardida
con decrépito sol y luna vieja.

Que lo que no me des y no te pida
será para la muerte, que no deja
ni sombra por la carne estremecida.

SAY MY NAME, DE WITHIN TEMPTATION.

PRICE TAG, DE JESSIE J FT. B.O.B.

UNA NUEVA VIDA. 10ª Parte: Padre e Hijo.



Ya había salido el sol, los pájaros cantaban y un nuevo día había comenzado. Lo cierto es que me levanté algo tarde, estaba muy animado y muy contento. Cuando entré en el comedor Juan y María ya estaban sentados a la mesa para tomar su desayuno. Se les veía tan tristes, apenados y aún no habían probado bocado, claro, es cierto, ellos aún no saben lo que ha ocurrido durante la noche, menuda sorpresa se van a llevar.

- ¡Buenos días!- les saludé a ambos, muy contento.
- ¡¿Buenos días?!- me respondieron a la vez, entre extrañados y sorprendidos, a la vez que se miraban entre ellos. Esta claro que no entendían mi buen humor.
- Hoy es un día maravilloso.- agregué.
- ¿Os encontráis bien?- preguntó Juan muy desconcertado.
- Estupéndamente, estoy pletórico.- le contesté.
- Yo diría que os habéis vuelto loco.- dijo María muy enfadada.- ¿es que ya os habéis olvidado de Carlos?
- No, para nada.- le respondí a María, con una pícara sonrisa en mi rostro.- No podría olvidarme de él nunca.
- Desde luego habéis perdido la cordura.- apuntó María.
- Jajajajaja....- me reí, mientras Juan y María me observaban muy sorprendidos, como quien no comprende lo que está sucediendo.

Fue en ese preciso momento cuando Carlos entraba en el comedor, ver las caras de asombro de Juan y María fue muy divertido, los dos me miraban con mirada acusadora mientras yo me reía sin parar.

- Buenos días.- saludó Carlos.

Tanto Juan como María rápidamente se levantaron de sus asientos y corrieron hacia Carlos y lo abrazaron fuertemente.

- Menuda sorpresa.- dijo Juan.
- Buenos días, Cariño.- le saludó María, a la vez que le dió un par de besos en las mejillas, sin dejar de abrazarlo.
- Bueno, vale, que me estáis atosigando.- se quejó Carlos.- me alegro de haber vuelto, pero por favor, dejadme respirar, que me estáis ahogando.

Juan y María se despegaron de Carlos y los tres tomaron asiento, y por fin pudimos desayunar, al ver entrar a Carlos, esta claro que María y Juan cambiaron de humor, les cambió el rostro y ahora, ya si estaban comiendo, parece que la buena noticia les ha abierto el apetito.

- ¿Vos ya lo sabíais, verdad Señor?- me preguntó Juan con un tono algo recriminatorio.
- Así es, Carlos llegó muy entrada la noche, cuando todo el mundo ya se había retirado a sus aposentos. Me pareció demasiado tarde como para despertaros y comunicaros lo ocurrido- le respondí.- Además ha sido muy divertido ver vuestras caras cuando ha aparecido Carlos, por esa puerta.
- Pero, ¿como es que está de vuelta?, ¿y sus tíos, donde están?- preguntaba María muy agitada.
- En realidad esas personas no eran tíos mios.- contestó Carlos.
- ¿Como?- preguntaron a le vez Juan y María muy sorprendidos.
- Tranquilos, sigamos desayunando, mientras os cuento todo lo ocurrido.- les dije a ambos.

Ellos aceptaron y mientras estábamos desayunando les fui narrando toda la historia, sobre el regreso de Carlos, de que sus tíos, en realidad, solo eran unos estafadores, que solamente pretendían ganar dinero con este asunto, aprovechando el cariño que le tengo a Carlos. Les conté que el padre de Carlos había sido un bandolero y de como este dejó esa vida, por el amor que le tenía a su hijo, y como ese bandolero, conocido mío, nos devolvió de nuevo a Carlos. Todos me escucharon con mucho interés sin interrumpirme, incluso Carlos, no perdían detalle de todo lo que estaba narrando, todos me miraban con los ojos muy abiertos.

- ¿Mi padre era un Bandolero?- preguntó Carlos tímidamente.
- Si lo fue, pero lo dejó todo por ti.- le dije.- no pienses mal de él, ante todo vuestro padre os quería mucho.
- De eso estoy seguro, él me quería mucho, si no pienso mal de él.- me dijo Carlos.- Lo único, es que mi padre jamás me contó nada de esto.
- Quizás, vuestro padre no estaba orgulloso de su vida.- le comenté.- y es por ello que nunca os contó nada de su vida, antes de vuestro nacimiento.
- Puede que así haya sido.- dijo Carlos.- pero debió haberme contado estas cosas, yo no lo habría querido menos por ello.
- Lo sé Carlos, lo sé.- le respondí a la vez que me acerqué a él y le dí un abrazo.
- Un momento, perdón por la interrupción.- comentó María algo alterada.- ¿Anoche hubo bandoleros en casa?
- Si, pero tranquila, no pasó nada.- le dije para tranquilizarla.- no hubo ningún peligro para nadie.
- Pero los bandoleros estuvieron aquí.- volvió a decir muy asustada.
- Pero, por lo que me dijo el Bandolero, nunca nos habría hecho ningún daño, es un bandolero muy especial, me cae bien ese tipo.- le dije para tranquilizarla.
- ¿Estáis seguro de ello?, ¿no van a volver?- preguntó María algo más tranquila.
- No, no van a volver.- le dije.

María se quedó más tranquila después de oír mis palabras, parece ser que tenía mucho miedo a los bandoleros, pero se tranquilizó y se quedó algo más relajada. Ahora ya había llegado el momento, ese momento que llevaba tanto tiempo esperando.

- Carlos, aquí delante de Juan y de María, quiero preguntarte algo.- le dije.

Juan y María me miraron sonrientes, parecían haber adivinado cuales eran mis intenciones, ellos también estaban esperando este momento.

- ¿Qué es lo que queréis preguntarme?- preguntó Carlos muy curioso.
- Bueno, hace tiempo, que una idea me ronda en la cabeza.- le dije.- y puesto que es algo que tiene que ver contigo, quería consultártelo primero.
- Me estáis poniendo nervioso.- me dijo.- decidme que es lo que estáis pensando.
- Bien, lo que quería consultarte es...- le dije.- ¿Que te parecería ser mi hijo?
- ¿Como?- preguntó.- Explicaos, por favor.
- Quisiera adoptarte.- le informé.- quiero que seas mi hijo legalmente, ¿que te parece?
- ¿Vos queréis ser mi padre?- exclamó Carlos, guardó silencio por unos segundos mientras pensaba...- Sí, sí quiero que seáis mi nuevo padre, me encantaría ser vuestro hijo.
- Lo deseo tanto, quiero que seáis mi hijo cuanto antes, no quiero que os alejéis de mí nunca más.- le dije mientras le daba un abrazo.

Juan y María se acercaron a nosotros y se abrazaron a nosotros, todos estábamos muy contentos y muy felices.

- Ahora solamente falta legalizarlo todo.- comenté.- Juan, ¿podrías...?
- Enseguida, Señor.- me interrumpió.- Voy a avisar al Licenciado Gutiérrez, para que comience con los trámites.
- Gracias, Juan, parece que me has leído el pensamiento.- le agradecí.
- Jajajaja...- rió Juan.- En este momento es muy fácil saber lo que pensáis.

Juan salió a buscar al Licenciado, para comunicarle los hechos y que actúe en consecuencia. Ya no había ningún problema para la adopción, ya podíamos comenzar con todos los trámites legales.

- Os felicito a ambos, me alegro mucho por vosotros.- nos comunicó María, a Carlos y a mí.
- Muchas gracias María.- le agradecí.
- Gracias.- replicó Carlos.- realmente que me siento muy feliz.
- Pues claro que sí, Carlos.- dijo María.- Seréis muy felices los dos como padre e hijo.
- Lo seremos.- dije.- seremos muy felices.
- Bueno ya va siendo hora.- dijo María.- ¿Nos vamos para la biblioteca?, Carlos, hay que empezar con las clases.
- Bien, empecemos con ellas.- respondió Carlos.
- Eso a estudiar, no descuides tus estudios.- le dije a Carlos.
- Hasta luego, después nos vemos.- se despidió María, conforme ella y Carlos salían del comedor.

Al cabo de unas horas Juan había vuelto de ver al Licenciado Gutiérrez, y me comunicó que este empezaría con todos los trámites enseguida sin perder más tiempo, y que en unos días me avisaría para firmar toda la documentación necesaria para legalizar la adopción.

Y así fue, en dos días el Licenciado Gutiérrez me reclamó para ir al Juzgado y al Registro para la firma de todos los documentos que necesitábamos para la adopción. Después de unas cuantas firmas, ya era un hecho, Carlos ya era mi hijo, por fin ya era padre, me sentía enormemente feliz.

Cuando regresé a casa todos me estaban esperando, todos querían saber como había transcurrido las cosas. En cuanto entré en casa todos se acercaron a mí preguntando, incluso los criados estaban esperando noticias. Todos preguntaban a la vez, que locura, tanta gente a mi alrededor y preguntando.

- ¡Calma!, ¡Por favor, un poco de silencio!- dijo Juan alzando la voz, con lo que todos guardaron silencio.- Señor, por favor, contadnos todo lo ocurrido.
- Sí, que la curiosidad me mata.- comentó María.- ¿qué sucedió?

Yo sin decir una palabra y con un rostro serio, caminé hacia donde se encontraba Carlos. Y apoyé mi mano derecha sobre su hombro izquierdo.

- ¡Carlos! Ya eres mi hijo.- le dije, a la vez que mi rostro serio se transformaba en el rostro de un hombre feliz, el rostro de un hombre que estaba pletórico.

Cuando dije esto el jubilo inundó la casa, todos nos felicitaban y daban gritos de alegría. Y el que parecía más feliz sin duda era Carlos que se me abrazó muy fuertemente, yo le devolví el abrazo, y después de unos segundos levanté a Carlos por los aires, por encima de mi cabeza.

- ¡Damas y Caballeros!- llamé la atención de todos los presentes.- ¡Les presento a mi hijo!

Y todos comenzaron a aplaudir, la alegría era total, todos, absolutamente todos, estaban muy contentos y lo demostraban con sus risas y gritos.

- Mis felicitaciones, Señor y señorito.- nos felicitó Juan.
- Muchas gracias, Juan.- le respondí.
- No me llames señorito.- se quejó Carlos.- no me gusta para nada.
- Mi más sincera enhorabuena.- nos dijo María con lágrimas de felicidad en los ojos.
- Gracias María, muchas gracias.- le dije.
- No te creas que por ser el hijo del Señor, ahora te vas a librar de estudiar duro.- bromeó María con Carlos.
- No ahora estudiaré mucho más.- le contestó Carlos.- tengo que estar a la altura de MI PADRE.

MI PADRE, Carlos lo había dicho, soy su padre, sentí tanto júbilo al oír a Carlos referirse a mí de esa manera, que parecía que mi corazón estaba a punto de estallar de tanta alegría, esto merecía una celebración.

- ¡Esto hay que celebrarlo!- grité.- Preparen una gran fiesta y avisen a todos los empleados de la Hacienda, que no falte nadie, quiero a todo el mundo celebrando este día.

En poco tiempo se preparó una gran fiesta el los jardines, el clima acompañaba, hacía un día formidable, lucía el sol pero no hacía mucho calor. Se sacaron algunas mesas al jardín, los cocineros prepararon gran cantidad de manjares, y se llenaron las mesas de comida y de bebida. Se llamaron a todos los jornaleros de la finca, que acudieron con sus familias. Hoy no se trabaja, hoy es un día de fiesta y de celebración, quería hacer a todo el mundo participe de mi alegría.

Todos comieron, bebieron y disfrutaron, todo el mundo se estaba divirtiendo y pasándoselo en grande, todo lo que yo quería. Todo el mundo me felicitó a mí y a Carlos, y los vítores eran muy frecuentes, y Carlos lo disfrutaba muchísimo, estaba tan feliz.

Cuando todos ya se habían saciado, y se habían relajado, la verdad es que algunos habían bebido de más, y estaban algo borrachos, muchos se retiraron a descansar o a dormir la borrachera. Los niños disfrutaban jugando y correteando de un lado para otro, y Carlos disfrutaba con sus amigos.

Juan, María y yo contemplábamos como Carlos y sus amigos jugaban, sentados en un banco.

- Ha sido una gran fiesta.- comentó Juan.
- Teníamos algo que celebrar.- le dije a Juan.
- Si una celebración muy esperada.- apuntó María.
- Desde luego que esperábamos esto.- dijo Juan.
- Todos lo esperábamos.- dije.- y al final se ha cumplido, por fin Carlos es mi hijo.
- ¿Que se siente al ser padre?- preguntó Juan.
- Lo cierto es que estoy muy feliz.- le contesté.- pero a la vez estoy aterrado.
- ¿Aterrado, pero por qué?- preguntó María.
- No sé, ¿y si no resulto ser un buen padre?- repliqué.
- ¿Pero que estáis diciendo?, pero si habéis tratado a Carlos muy bien, creo que seréis un padre genial.- dijo María.
- María tiene razón.- dijo Juan.- la única diferencia, es que ahora tenéis un papel que os acredita como su padre, pero siempre habéis sabido tratarlo muy bien. Seréis un padre perfecto.
- Gracias a los dos, muchas gracias.- les agradecí.- Hay algo que me gustaría preguntaros, María.
- Preguntadme lo que queráis.- dijo María.
- Bueno, hace días cuando os conté lo de la vuelta de Carlos, os vi muy nerviosa al contaros lo del bandolero, y quisiera saber cual es la razón de ese nerviosismo.- le dije.
- Si, la verdad es que también tengo curiosidad por ello.- comentó Juan.
- Bueno es que yo tuve una mala experiencia con los bandoleros.- dijo María, con la mirada clavada en el suelo.
- ¿Como?, ¿qué es lo que os sucedió?- le pregunté.
- Si, contadnos más.- pidió Juan.
- Bueno, lo que sucedió, fue lo siguiente.- comenzó María a contarnos.- Cuando llegué a Andalucía, llegué viajando en una diligencia, y cuando esta estaba atravesando Sierra Morena, fuimos asaltados por una partida de bandoleros. Estos bandoleros dispararon al conductor y lo hirieron gravemente, nos robaron todo lo que llevábamos todos los viajeros, y golpearon a los hombres. Yo pasé mucho miedo y estaba muy asustada, pensé que íbamos a morir todos, estaba totalmente aterrada. Por todo esto que me ocurrió, es por lo que tengo tanto miedo a los bandoleros.
- Eso debió ser una experiencia terrible.- le dije a María.
- Santo Dios, que miedo tuviste que pasar.- comentó Juan.
- Si que lo pasé mal, por fortuna el conductor se recuperó, y no murió nadie.- dijo María.- es algo que no quisiera repetir, y no se lo deseo ni a mi peor enemigo.
- Desde luego que es algo por lo que no me gustaría pasar.- exclamé.
- Yo también tengo curiosidad por saber algo sobre vos.- me dijo María.
- Si, adelante, ¿qué es lo que queréis saber de mí?- le pregunté a María.
- Bueno, lo que quisiera saber es, ¿como es que conocéis a un Bandolero?- me preguntó con mucha curiosidad.
- Digamos que he coincidido con él en varias ocasiones.- le comenté.
- ¿Sois amigos?- preguntó María.
- Decir que somos amigos, es decir mucho.- le dije.- digamos que somos conocidos, pero nos caemos bien, yo le respeto y él me respeta.
- ¿Y como os conocísteis?- preguntó con mucha curiosidad María.
- Bien, os cuento.- empecé a contar.- Cuando yo tenía unos trece años, Ella y yo estábamos en el mercado de la Villa, y vimos como unos comerciantes golpeaban a un crío, porque este le había robado, pero lo único que robó fue comida para alimentar a su familia. Yo intervine y le ayudé, pagué su deuda y me ofrecí a ayudarle, pero poco después este chico se marchó de la Villa con su familia. Este chico era en bandolero que nos devolvió a Carlos.
- Así, que de pequeño ya erais muy bondadoso, y por eso ese bandolero os respeta tanto.- comentó María.
- Pero eso no es todo.- me apresuré a apuntar.
- ¿Aún hay más?- preguntó María.
- Así es.- le respondí.- Cuando regresaba a casa, para ver a Ella, pero por desgracia llegué tarde, pues Ella ya había muerto, un grupo de bandoleros me asaltaron, he intentaron robarme mis pertenencias. Yo estaba tan ofuscado por la muerte de Ella, que sin pensármelo dos veces, cargué contra este grupo de hombres armados, ya me daba igual vivir o morir, y cuando estaban a punto de dispararme, su cabecilla les detuvo y me dejó pasar sin ningún problema. Resultó que el bandolero que mandaba en esta partida era aquel chico que ayudé en el mercado de la Villa. Así que ya sabéis de donde conozco a ese bandolero. Yo le presté mi ayuda, y este a la vez me devolvió el favor.
- ¡Es una historia fascinante!- dijo María muy sorprendida.- Después de muchos años, aquel chico aún os recordaba.
- Si, siempre me recordó, y aunque parezca raro, es uno de los hombres más nobles que conozco.- le dije.
- Parece que le admiráis.- señaló María.
- La verdad es que sí.- le dije.- le admiro desde la primera vez que le vi en la plaza siendo apaleado, y de su boca no salió ni un solo grito de dolor, ni una sola queja, recibía el castigo por sus actos con mucha dignidad.
- Ahora ya os comprendo.- dijo María.- esta claro que entre ambos hay un fuerte lazo. Yo diría que sí, sí que sois amigos, y muy buenos amigos.
- ¿Eso creéis?- pregunté.
- Si que lo creo.- me respondió.
- Yo también lo creo así.- afirmó Juan.
- Pero lo que sí esta claro, es que le debo mucho, él nos trajo a Carlos de nuevo.- dije mientras miraba a Carlos jugando con sus amigos.

Los tres nos mantuvimos en silencio disfrutando del momento, observando como los críos jugaban al otro lado del jardín. Al poco tiempo Carlos se acercó a nosotros, corriendo y saltando, se le veía tan contento, cuando llegó hasta donde estábamos Carlos nos dijo:

- Juan, María, PADRE, ¿queréis venir a jugar con nosotros?

Que orgullo sentía al escuchar a Carlos llamarme PADRE, la alegría me inundaba, y una gran sonrisa se dibujaba en mi rostro. María y Juan me observaban muy sonrientes, yo les devolví la sonrisa a María sentada a mi derecha y a Juan a mi izquierda. No hizo falta decir nada, los tres nos pusimos en pie a la vez, y nos unimos a los niños, nos pusimos a jugar con ellos. Padre e hijo jugando juntos.