lunes, 5 de septiembre de 2011

EL VAMPIRO, DE HEINRICH AUGUST OSSENFELDER.


Mi querida y joven doncella se alza
Inflexible, rápida y firme
En todos los viejos arcanos
De una madre siempre verdadera;
Como en los vampiros inmortales
,
La gente de estos portales
Cree con la fe de los mercenarios.
Pero mi Christine derrocha su tiempo,
Y desgasta de mi amor su lamento,
Hasta que yo mismo, vengado,
Brinde a la salud del vampiro
En la pálida copa de los reptiles.

Y cómo al dormir eres delicada
Hasta ti llegaré arrastrándome,
Y la sangre de tu vida será drenada.
Así podrías en vano temblar
Pues en la penumbra he de besarte,
Y sobre el umbral de la muerte
Cruzarás con espanto,
Envuelta en mis fríos brazos.
Por último os preguntaré,
Oponiendo este mundo que se abre
¿Cuáles son los encantos de tu madre?

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