jueves, 28 de febrero de 2013

EL DURMIENTE DEL VALLE, DE ARTHUR RIMBAUD.



Es un claro del bosque donde canta un río,
cuelgan enloquecidamente de las hierbas harapos
de plata; donde el sol de la orgullosa montaña
luce: un pequeño valle espumoso de luz.

Un soldado, joven, atónito, cabeza desnuda
la nuca bañada en el suave azul,
duerme; está tumbado en la hierba, bajo el cielo,
pálido en su verde lecho donde llueve el día.

Los pies en los gladiolos, duerme. Sonriendo como
sonreiría un niño enfermo, descansa:
Naturaleza, mécelo cálidamente: tiembla.

Ya no le estremecen los perfumes;
duerme en el sol, la mano sobre el pecho,
en calma. Se ven dos agujeros rojos en el costado derecho.

martes, 26 de febrero de 2013

A UNA GOTA DE ROCÍO, DE CAROLINA CORONADO ROMERO DE TEJADA.




Lágrima viva de la fresca aurora,
a quien la mustia flor la vida debe,
y el prado ansioso entre el follaje embebe;
gota que el sol con sus reflejos dora;

Que en la tez de las flores seductora
mecida por el céfiro más leve,
mezclas de grana tu color de nieve
y de nieve su grana encantadora:

Ven a mezclarte con mi triste lloro,
y a consumirte en mi mejilla ardiente;
que acaso correrán más dulcemente

las lágrimas amargas que devoro...
mas ¡qué fuera una gota de rocío
perdida entre el raudal del llanto mío...!



domingo, 24 de febrero de 2013

CANCIÓN DE LA NOVIA, DE CHRISTINA GEORGINA ROSSETTI.


¡Oh, es tarde para el amor, tarde para la alegría,
tarde, demasiado tarde!
Has vagado en el camino por mucho tiempo,
has dudado frente a la puerta:
La encantada paloma sobre la rama
murió sin un compañero;
la encantada princesa en su torre
durmió detrás de las rejas;
su corazón se encogía de pesar
mientras tu la obligabas a esperar.

Hace diez años, hace cinco años,
un año atrás,
incluso entonces habrías llegado a tiempo,
Aunque parco y lento;
hubieses visto su rostro viviendo,
el que ya no podrás contemplar:
La fuente congelada podría borbotear
los brotes continuados y soplar,
el cálido viento del sur podría despertar
para derretir la nieve.

¿Es ella hermosa ahora que yace?
en un tiempo lo fue;
una reina para cualquier rey,
con polvos dorados sobre el cabello,
ahora son amapolas en sus rizos,
blancas amapolas ha de llevar;
un velo sobre el rostro ha de llevar
junto a su anhelada tumba:
¿O es el hambre saciado lentamente
quién suelta las amarras del cuidado?

Nunca la vimos sonreír,
o con el ceño arrugado;
su lecho nunca le pareció suave
aunque se sacuda debajo;
nunca atendió sus ropas,
mortajas, vestidos, o coronas;
pensamos que su frente blanca sufría
bajo el peso de su joyas,
antes de que el cabello plateado asomara
en el campo perdido de los castaños.

Nunca la escuchamos hablar con premura,
sus tonos eran dulces,
y modulando sin luces,
apenas lo necesario:
Su corazón se sentó silencioso entre el ruido
y las mareas de la calle.
No había prisa en sus manos,
ninguna prisa en sus pies;
no había ninguna dicha cercana
que ella no se detuviese a saludar.

Debías haberla llorado ayer,
llorado sobre su cama desierta:
¿Pues dónde habrás de llorar hoy
si está muerta?
Los que la amamos no lloramos hoy,
pero coronamos su cabeza real.
Deja estas amapolas que esparcimos;
tus rosas son demasiado rojas:
Deja que estas amapolas, no para ti,
crezcan y se extiendan.

jueves, 21 de febrero de 2013

UN JARDÍN JUNTO AL MAR, DE WILLIAM MORRIS.


Conozco un pequeño jardín de cerca,
exuberante con el lirio y la rosa roja,
donde yo vagaba, si me permite decirlo,
desde la mañana a la noche húmeda de rocío,
teniendo conmigo a un compañero errante.

Y aunque en su interior no hay pájaros que canten,
y aunque allí no hay casas con pilares,
y aunque las ramas de los manzanos están desnudas
de frutos y flores, ojalá
sus pies vuelvan a pisar sobre la hierba verde,
y yo pueda verlos como los ví antes.

Llega un suave murmullo desde la costa,
y en la cercanía corren dos arroyos juntos,
en la distancia se ven las colinas púrpura,
descendiendo hacia el mar inquieto:
Oscuras colinas cuyas flores no conocen a las abejas,
oscura costa que no ha visto nave alguna
atormentada por el verde oleaje.

Desde allí llega el murmullo incesante
hasta el lugar por el que lloro,
pues me lamento día y noche
convirtiéndome inmune al deleite,
volviéndome ciego y sordo,
indiferente a la victoria, inepto para encontrar,
y hábil para extraviar lo que todos desean hallar.

Sin embargo, tambaleante y débil como soy,
aún me resta un poco de aliento
para buscar dentro de las fauces de la muerte
una entrada a ese lugar feliz,
para buscar el rostro inolvidable,
una vez visto, una vez besado, una vez extraviado
en el inquieto murmullo del mar.

sábado, 16 de febrero de 2013

SI MIS MANOS PUDIERAN DESHOJAR, DE FEDERICO GARCÍA LORCA.



 


Yo pronuncio tu nombre
en las noches oscuras
cuando vienen los astros
a beber en la luna
y duermen los ramajes
de las frondas ocultas.
Y yo me siento hueco
de pasión y de música.
Loco reloj que canta
muertas horas antiguas.

Yo pronuncio tu nombre,
en esta noche oscura,
y tu nombre me suena
más lejano que nunca.
Más lejano que todas las estrellas
y más doliente que la mansa lluvia.

¿Te querré como entonces
alguna vez? ¿Qué culpa
tiene mi corazón?
Si la niebla se esfuma,
¿Qué otra pasión me espera?
¿Será tranquila y pura?
¡¡Si mis dedos pudieran
deshojar a la Luna!!

jueves, 14 de febrero de 2013

miércoles, 13 de febrero de 2013

EL DIOS DEL AMOR, DE JOHN DONNE.

 

Desearía hablar con el espíritu
de algún antiguo amante, muerto
antes de que el dios del Amor naciera;
imposible creer que quien más amara entonces,
se rebajara a amar a quien lo despreciaba.
Pero desde aquella época, el dios
ha inventado un destino, y esa doble naturaleza,
la costumbre, lo permite:
Que yo deba amar a quien no me ama.

Es evidente que quienes lo hicieron dios
no tenían esa intención,
ni él en su juventud la habrá practicado.
Cuando una llama similar inflamaba dos corazones,
su oficio era reunir, piadosamente, dos razones.
La correspondencia era su único dominio;
ya no es amor,
cuando no amo a quien me ama.

Pero todos los dioses modernos
buscan extender sus vastas pretensiones
y compararse con Júpiter.
Furias, licencias, epístolas, elogios,
aquel es el séquito del dios del amor.
Oh, si esta tiranía nos despertara
y priváramos a este niño de su divinidad,
ya no podría amar a quien no me ama.

Rebelde y ateo, ¿por qué susurro
cómo si ya sufriera los castigos del amor?
Él podría condenarme a no amar,
o ensayar un castigo peor;
que ella a su vez me amara,
sería del todo insoportable
porque la falsedad es peor que el odio,
y falsedad sería si la que yo amo me amara.

lunes, 11 de febrero de 2013

UN CEMENTERIO QUE MIRA AL MAR, DE ALFONSINA STORNI.

 
Decid, oh muertos, ¿quién os puso un día
así acostados junto al mar sonoro?
¿Comprendía quien fuera que los muertos
se hastían ya del canto de las aves
y os han puesto muy cerca de las olas
porque sintáis del mar azul, el ronco
bramido que apavora?

Os estáis junto al mar que no se calla
muy quietecitos, con el muerto oído
oyendo cómo crece la marea,
y aquel mar que se mueve a vuestro lado,
es la promesa no cumplida, de una
resurrección.

En primavera, el viento, suavemente,
desde la barca que allá lejos pasa,
os trae risas de mujeres... Tibio
un beso viene con la risa, filtra
la piedra fría, y se acurruca, sabio,
en vuestra boca y os consuela un poco...
Pero en noches tremendas, cuando aúlla
el viento sobre el mar y allá a lo lejos
los hombres vivos que navegan tiemblan
sobre los cascos débiles, y el cielo
se vuelca sobre el mar en aluviones,
vosotros, los eternos contenidos,
no podéis más, y con esfuerzo enorme
levantáis las cabezas de la tierra.

Y en un lenguaje que ninguno entiende
gritáis: -Venid, olas del mar, rodando,
venid de golpe y envolvednos como
nos envolvieron, de pasión movidos,
brazos amantes. Estrujadnos, olas,
movednos de este lecho donde estamos
horizontales, viendo cómo pasan
los mundos por el cielo, noche a noche...
Entrad por nuestros ojos consumidos,
buscad la lengua, la que habló, y movedla,
¡echadnos fuera del sepulcro a golpes!

Y acaso el mar escuche, innumerable,
vuestro llamado, monte por la playa,
¡y os cubra al fin terriblemente hinchado!

Entonces, como obreros que comprenden,
se detendrán las olas y leyendo
las lápidas inscriptas, poco a poco
las moverán a suaves golpes, hasta
que las desplacen, lentas, -y os liberten.
¡Oh, qué hondo grito el que daréis, qué enorme
grito de muerto, cuando el mar os coja
entre sus brazos, y os arroje al seno
del grande abismo que se mueve siempre!

Brazos cansados de guardar la misma
horizontal postura; tibias largas,
calaveras sonrientes: elegantes
fémures corvos, confundidos todos,
danzarán bajo el rayo de la luna
la milagrosa danza de las aguas.
Y algunas desprendidas cabelleras.
Rubias acaso, como el sol que baje
curioso a veros, islas delicadas
formarán sobre el mar y acaso atraigan
a los pequeños pájaros viajeros.

sábado, 9 de febrero de 2013

EN LA NOCHE, AMY LEVY.



¿Cruel? ¡Creo que nunca hubo una trampa
más infame y agotadora que esta!
No es un sueño, así lo decía mi corazón,
con la sobria certeza del despertar.

¿Sueños? Yo conozco sus rostros,
en apariencia agradables; vaporosos,
adornados de alas multicolores;
he tenido sueños antes, y esto no es soñar.
Llega la luz del día, y la alegría cubre mi pesar.

¿Qué la hiere, amor mío; qué dolor la arrebata?
Pues ella en soledad empalidece;
y sus facciones lentamente se desvanecen.
No puedo unirme a ella,
me estiro hacia allí sin sentido,
mientras mis brazos rodean el silencio y el vacío.

jueves, 7 de febrero de 2013

NO TEMAS A LA MUERTE, DE ALEKSANDR ALEKSANDROVICH BLOK.



No temas a la muerte en viajes terrenales,
no temas a los enemigos o amigos,
sólo escucha las plegarias
al pasar por todos los caminos del horror.

La Muerte vendrá hasta tí,
y nunca más serás esclavo de la vida,
esperando la piedad de un amanecer,
en la noche de miseria y tribulación.

Ella les amará con una ley común,
una voluntad del Eterno Reino.
Ya no estarás condenado al lento
y eterno dolor mortal.
 
 
ESTA ENTRADA QUISIERA DEDICÁRSELA A MI QUERIDA ABUELA, QUE FALLECIÓ HACE DOS DÍAS.
 
¡¡¡DESCANSA EN PAZ, ABU!!!

lunes, 4 de febrero de 2013

EL REINO DEL AMOR, DE ELLA WHEELER WILCOX.


En el amanecer del día, cuando el mar y la tierra
reflejan la salida del sol encima,
avancé, con el corazón lleno de coraje y alegría,
para buscar el reino del amor.
Le pregunté a un poeta que conocí en el camino,
qué encrucijada me llevaría correctamente,
y él dijo: "Sígueme, y dentro de poco verás
sus torres resplandecientes de luz."

Y pronto a la distancia brillaba una ciudad;
"mira hacia allá", dijo, "¡ahí resplandece!"
Pero, ¡ay! por la esperanza que estaba condenada a la desesperación,
era sólo el Reino de los Sueños.
A continuación le pregunté a un alegre caballero,
y él me dijo: "Sígueme, sígueme".
Y con la risa y el canto a toda velocidad partimos
a las costas del hermoso mar de la vida.

Hasta que llegamos a un valle tropical
más lejano que el maravilloso Valle de Cachemira,
y vi desde una enramada una cara como una flor
sonriéndole al caballero alegre,
y él dijo: "Hemos llegado a la meta de la humanidad,
aquí el amor y el placer son intensos".
Pero, ¡ay! ¡ay de mí! por la esperanza de mi alma
era sólo el Reino de la Sensación.

Mientras viajaba más despacio, me encontré en el camino
un carruaje con rezagados detrás,
y ellos dijeron: "Síguenos, pues la morada de nuestra Dama
pertenece al reino que debes encontrar."
Fue una gran señora de la moda, una novia recién casada;
los seguí, atrevida y llena de coraje.
Pero mi esperanza se desvaneció, al igual que los últimos rayos del día,
porque arribamos al Reino de Oro.

En la puerta de una casa le pregunté a una hermosa doncella.
"He oído hablar de ese Reino," contestó ella,
"Pero nunca mis pies vagan por el Reino del Hogar,
y no conozco el camino", suspiró.
Miré dentro de la casa, ¡cuán acogedora parecía!
Y la doncella era tan bella como una paloma.
Una gran luz glorificó mi alma mientras yo lloraba,
¡por qué el hogar es el Reino del Amor!

viernes, 1 de febrero de 2013

RECUERDO, DE EMILY BRONTË.


Frío en la tierra, y la nieve apilada sobre ti,
lejos, muy lejos, el frío en la tumba triste.
¿Me he olvidado de amarte, mi único amor,
cortada al fin por la implacable ruptura del Tiempo?

Ahora, en soledad, ¿mis pensamientos ya no flotan
sobre los montes, en esa orilla del norte,
descansando sus alas en las hojas de helecho
que cubren tu noble corazón eternamente?

Frío en la tierra, y quince diciembres salvajes
desde los cerros marrones se han derretido en primavera;
¡fiel, de hecho, es el espíritu que recuerda
después de esos años de cambio y sufrimiento!

Dulce amor de la juventud, perdonad, si me olvido de ti,
mientras la marea del mundo me arrastra hacia adelante;
otros deseos y esperanzas me atormentan,
¡las esperanzas que oscurecen, pero no pueden borrarte!

Ninguna luz tardía ha iluminado mi cielo,
ninguna mañana ha vuelto a resplandecer para mí;
toda mi felicidad vino de tu vida,
toda mi felicidad yace en la tumba contigo.

Pero cuando los días de sueños dorados perecieron,
e incluso la desesperación fue impotente para destruir,
aprendí como la existencia podía ser apreciada,
fortalecida, alimentada sin la ayuda del placer.

Entonces probé las lágrimas de una pasión inútil;
destetada mi joven alma de tu anhelo póstumo;
severamente negó su ardiente deseo de acelerar
el descenso hacia esa tumba que será mía.

Y, aún así, no me atrevo a dejarlo languidecer,
no me atrevo a caer en el dolor entusiasta de la memoria;
una vez bebida profundamente la divina angustia,
¿cómo podría anhelar el mundo vacío otra vez?