sábado, 31 de agosto de 2013

EL MENSAJE, DE JOHN DONNE.


Envíame aquellos ojos que hace mucho perdí,
pues ya largo tiempo han reposado sobre ti;
desde entonces muchos males han aprendido,
forzadas reacciones,
y falsas pasiones
fueron por ti,
y si por tí nada bueno
pueden ver, quédatelos para siempre.

Devuélveme mi corazón inofensivo,
que ningún pensamiento indigno
podría mancillarlo;
y si por el tuyo fuese incitado
a burlarse
del Amor,
a quebrar los cimientos
de la palabra y el juramento,
quédatelo, pues entonces mío no será.

Pero devuélveme mi corazón y mis ojos,
para que pueda sentir y ver tu falsedad,
para que pueda reírme alegre y gozar
cuando te ahogues en angustia,
cuando languidezcas sucia
por aquel
que no desea ser,
o que como tú lo eres ahora,
falso será.

miércoles, 28 de agosto de 2013

ALÉJATE DE MÍ, DE ELIZABETH BARRET BROWNING.


Aléjate de mí, aunque se que siempre,
he de permanecer en tu sombra.
Y nunca, solitaria,
alzándome en los mismos umbrales de la vida
recóndita, podré gobernar los impulsos
de mi alma, ni levantar la mano como antaño,
hacia el sol, serenamente, sin que perciba en ella
lo que intenté hasta ahora apartar:
el contacto de tu mano en la mía.
Esta anchurosa tierra
con que quiso separarnos el destino,
en el mío deja tu corazón, con latir doble.
En todo lo que hiciere o soñare estás presente,
como en el vino el sabor de las uvas.
Y cuando por mí rezo al Señor,
en mis ruegos tu nombre escucha
y en mis ojos ve mezclarse nuestras lágrimas.

domingo, 25 de agosto de 2013

LA NOCHE INVERNAL DE UN ANCIANO, DE ROBERT FROST.


Más allá de las puertas, a través del frío
que barre la ventana formando unas estrellas
dispersas, en la sombra, el mundo observa su cara:
La habitación está vacía. Y duerme.
La lámpara inclinada muy cerca de su rostro
le impide ver el mundo. Ya no recuerda.
La vejez le impide recordar en qué tiempo
llegó hasta estos lugares, y por qué está aquí solo.
Rodeado de barriles se encuentra perdido.
Sus pasos temblorosos hacen retumbar el sótano:
lo asusta con sus pasos trémulos: y asusta
otra vez a la noche (la noche de sonidos
familiares ). Los árboles aúllan allá afuera;
todas las ramas crujen. Tan solo hay una luz
para su rostro, inmóvil, una luz en la noche.
A la Luna confía —en esa Luna rota
que ahora vale más que el sol— el cuidado
de velar por la nieve que yace sobre el techo,
de velar los carámbanos que cuelgan desde el muro.
Sigue durmiendo. Un leño se derrumba en la estufa.
Despierta con el ruido. Sobresaltado se agita.
Es la noche. Respira suavemente.
Un viejo solo no puede llenar toda una casa,
un rincón de los campos, una granja. No puede.
Así un anciano guarda la casa solitaria,
en la noche de invierno. Y está solo. Está solo.

jueves, 22 de agosto de 2013

LLEGARÁN SUAVES LLUVIAS, DE SARA TEASDALE.


Llegarán suaves lluvias y el aroma de la tierra,
y golondrinas dando vueltas con sus débiles sonidos;

y ranas en los estanques cantarán por la noche,
y ciruelos silvestres de tembloroso blanco.

Los petirrojos vestirán su fuego emplumado,
silbando sus caprichos sobre una alambrada.

Y nadie sabrá de la guerra, nadie
se preocupará al final cuando todo haya concluido.

A nadie le importaría, ni a pájaro ni a árbol,
si la humanidad pereció completamente;

y la Primavera misma, cuando despierte al amanecer
apenas se daría cuenta que nos hemos ido.

martes, 20 de agosto de 2013

A UNA BELLA, DE JUAN AROLAS.


Sobre pupila azul con sueño leve
tu párpado cayendo amortecido,
se parece a la pura y blanca nieve
que sobre las violetas reposó;
yo el sueño del placer nunca he dormido:
Sé más feliz que yo.

Se asemeja tu voz en la plegaria
al canto del zorzal de indiano suelo,
que sobre la pagoda solitaria
los himnos de la tarde suspiró;
yo sólo esta oración dirijo al cielo:
Sé más feliz que yo.

Es tu aliento la esencia más fragante
de los lirios del Arno caudaloso,
que brotan sobre un junco vacilante
cuando el céfiro blando los meció.
Yo no gozo su aroma delicioso:
Sé más feliz que yo.

El amor, que es espíritu de fuego
que de callada noche se aconseja
y se nutre con lágrimas y ruego
en tus purpúreos labios se escondió;
él te guarde el placer y a mí la queja:
Sé más feliz que yo.

Bella es tu juventud en sus albores
como un campo de rosas del Oriente;
al ángel del recuerdo pedí flores
para adornar tu sien, y me las dio.
Yo decía al ponerlas en tu frente:
Sé más feliz que yo.

Tu mirada vivaz es de paloma:
como la adormidera del desierto
causa dulce embriaguez, hurí de aroma
que el cielo de topacio abandonó;
mi suerte es dura, mi destino incierto:
Sé más feliz que yo.

viernes, 16 de agosto de 2013

EL POSESO, DE CHARLES BAUDELAIRE.


El sol yace bajo un lúgubre manto.
Como él, ¡oh Luna de mi vida!, arrópate con sombras;
duerme o humea a tu gusto; sé muda, sé sombría,
y húndete por entero en el abismo del Tedio.

¡Te amo así! Sin embargo, si hoy quieres,
como un astro eclipsado que sale de la penumbra,
pasearte en los lugares que la Locura encumbra,
¡está bien!, ¡encantador puñal, surgido de tu vaina!

¡Enciende tu pupila con el brillo de los candelabros!
¡Enciende el deseo en las miradas de los rústicos!
Todo lo tuyo me agrada, mórbido o petulante.

Sé lo que quieras, noche negra, roja aurora;
no hay una fibra en todo mi cuerpo tembloroso
que no grite:
¡Oh, mi querido Belcebú, yo te adoro!

domingo, 11 de agosto de 2013

HIMNO A LA BELLEZA INTELECTUAL, DE PERCY BYSSHE SHELLEY.

 
La terrible sombra de algún poder oculto
flota velada entre nosotros, pasa por
este mundo con alas inconstantes,
como el viento del estío arrastrándose de flor en flor,
como la luna demorándose en las montañas,
que visita con su mirada impaciente
cada rostro y corazón humano;
como los tonos y las melodías del ocaso,
como las amplias nubes bajo las estrellas,
como el recuerdo de una música perdida;
como la nada que por su gracia nos es querida,
y sin embargo, más querida aún por su misterio.

Espíritu de Belleza, que consagras con tu sutileza,
brillando sobre el pensamiento y la forma humana.
¿Hacia dónde te has ido?
¿Por qué pasas de largo y nos dejas atrás
en este vasto valle de lágrimas, solos y desolados?
Pregunta por qué el sol no teje para siempre
al arcoiris sobre el río joven de la montaña,
por qué la nada debe desvanecerse y caer en lo que una vez fue,
por qué el miedo y el sueño, la muerte y el nacimiento
derraman sobre el día de esta tierra su oscuridad,
por qué el hombre siente con pasión el odio y el amor,
la esperanza y la desazón.

Ninguna voz de algún mundo sublime, ni sabio
ni poeta jamás ha elevado sus respuestas.
Por lo tanto, los nombres del Demonio, Fantasmas y Cielos
permanecen en el recuerdo de su vano empeño,
frágiles hechizos cuyo encanto pronunciado no lastima
de todo lo que vemos y oímos,
duda, azar, cambio.
Tu luz por sí sola, como la niebla cayendo por la montaña,
o la música enviada por el viento nocturno
que tiembla en las cuerdas de un instrumento inmóvil,
o el brillo lunar sobre el estanque en la medianoche,
nos brinda gracia y verdad en este inquieto sueño de vida.

Amor, esperanza y autoestima, son como nubes
que se apartan y retornan en un momento incierto.
El hombre fue inmortal, y omnipotente,
hasta que tú, desconocida y horrible como eres,
encerraste tu gloriosa marcha dentro de su corazón.
Tú, mensajero de simpatías,
que resbalas y disminuyes en los ojos de los amantes,
tú, que del pensamiento humano eres alimento,
como la oscuridad a una llama moribunda,
no huyas como tu sombra vino,
no huyas, evitando la tumba que será,
como la vida y el horror, una oscura realidad.

Si bien de niño he tratado con fantasmas, corriendo
a través de muchas y ansiosas cámaras, cuevas, ruinas,
y estrellas de madera, persiguiendo con pasos temerosos
la esperanza de un diálogo con los queridos muertos.
Invoqué los nombres venenosos de los que nuestra juventud se alimenta;
no fui escuchado, yo no los vi,
cuando sonaba profundo en el espacio vital,
en aquel dulce momento
donde el viento confiesa todos los secretos;
de repente, tu sombra cayó sobre mí,
me encogí, y froté mis manos en éxtasis.

Prometí que dedicaría mis facultades
a ti y sólo a ti, ¿no he honrado mi voto?,
con el corazón palpitante y los ojos luctuosos, aún ahora
convoco a los fantasmas de un millar de horas,
cada uno desde su tumba silenciosa: En soñadas alcobas
de celosos estudios o placenteras ternuras,
han contemplado conmigo la envidiosa noche.
Saben que ninguna alegría iluminó mi frente,
desencadenada con la esperanza de que habrás de liberar
este mundo de su oscura esclavitud,
que tú, horrible encantadora,
nos darás todo lo que estas palabras no pueden expresar.

El día se hace más solemne y sereno
cuando pasa el mediodía, hay una armonía
en el otoño que resplandece en el cielo,
y que durante el verano no es vista ni oída,
como si no pudiese ser, como si no fuese.
Así pues, deja que tu poder, que desciende
igual a la naturaleza de mi pasiva juventud,
inunde mi propia vida con su calma;
a este que te adora en cada forma que te contiene,
y a quien. Espíritu Justo, tus conjuros obligan
a temerse a sí mismo, y a amar a toda la humanidad.

viernes, 9 de agosto de 2013

INSOMNIA, DE DANTE GABRIEL ROSSETTI.


Delgadas son las faldas que la noche dejó atrás,
antes de que el día quiebre el cielo con su crepitar.
Delgados son los jirones del sueño,
oscilando en el espíritu cansado del viento;
pero en medio de aquel reposo inquieto
que desgarra la trama del olvido y el recuerdo,
mi alma se estira hacia la tuya,
cada vez más cerca.

Nuestras vidas nunca se unen;
nuestros pensamientos nunca se distancian,
aquello que aferra tu corazón al mío,
parece disolverse en un brillo sombrío.
Esta noche, el Amor ejerce un control total,
y con deseo y con pesar,
mi alma se arrastra hacia la tuya,
cada vez más cerca.

¿Existe un hogar, dónde la pesada tierra
se derrita en el aire brillante,
y dónde el mal no se respire;
dónde el agua barra el eco de la sed,
y el fuego sea el reflejo de nuestra fe?
Si la voluntad yace atada al objetivo,
tal vez allí pueda su esperanza engendrar.
Mi alma, en esta hora desolada,
se agita hacia la tuya,
cerca, siempre un poco más.

miércoles, 7 de agosto de 2013

A SALVO EN SUS CÁMARAS DE ALABASTRO, DE EMILY DICKINSON.


A salvo en sus cámaras de alabastro,
insensibles al amanecer y al mediodía,
duermen los mansos miembros de la resurrección,
vigas de raso, y techos de piedra.

La luz se ríe de la brisa en su castillo,
sobre ellos susurra la abeja en un oído imperturbable,
trinan los dulces pájaros en melodías ignoradas,
-Ah, ¡Cuánta sagacidad yace aquí muerta!

Solemnes pasan los años, crecientes,
sobre ellos los mundos recogen sus arcos y los firmamentos reman,
se arrojan diademas y se rinden los sabuesos
tácitos como puntos sobre un disco de nieve.

domingo, 4 de agosto de 2013

EL DESTINO DE UNA RANA, DE CHRISTINA ROSSETTI.


Desdeñando su casa en el pueblo
y la charca del pueblo,
una Rana imponente despreció cada camino
saltando por la carretera del imperio.

Ni cerdo feroz ni perro ladrador
podrían desconcertar a tan majestuosa Rana.
Aún se demoraba el rocío de la mañana,
sus costados se helaban, su lengua se entumecía:
Cuando la noche debía llegar, llegó primero el rocío,
y fue rechazado por nuestra peregrina Rana.

¡Pero, ay! La hierba del camino la esconde
Ya no se la advierte saltando.
Desprevenidamente rodaba un ancho carro
que la aplastó, arrolló sus alegrías, sus encantos.
Y del morir ahogado brotó un débil canto
rompiendo el silencio perpetuo de la Rana:
Vosotras, Ranas boyantes, vosotras, pequeñas y grandes,
¡Incluso yo soy mortal después de todo!
Mi camino a la fama resultó un camino de lodo;
fallezco sobre la horrible carretera;
¡Ah, mi viejo camino familiar!

La Rana ahogada sollozó y partió;
el Áuriga pasó silbando a zancadas,
inconsciente de la infame matanza,
silbando el Áuriga cruzó,
silbando (podría decirse)
como silban su cortejo las ranas.
Una rana hipotética atropellada,
ignorante de la realidad.

Oh, ricos y pobres, oh grandes y pequeños,
tales descuidos nos sacuden.
Una Rana destrozada lo tolera todo,
una Rana tan insignificante como absoluta:
Aquella Rana hipotética y sola
es la Rana sobre la que habitamos.

jueves, 1 de agosto de 2013

AL SUEÑO, DE FRANCISCO DE QUEVEDO.


¿Con qué culpa tan grave,
sueño blando y suave,
pude en largo destierro merecerte
que se aparte de mí tu olvido manso?
Pues no te busco yo por ser descanso,
sino por muda imagen de la muerte.
Cuidados veladores
hacen inobedientes mis dos ojos
a la ley de las horas;
no han podido vencer a mis dolores
las noches, ni dar paz a mis enojos.
Madrugan más en mí que en las auroras
lágrimas a este llano;
que amanece a mí mal siempre temprano.
y tanto, que persuade la tristeza
a mis dos ojos, que nacieron antes
para llorar que para ver. Tú, sueño,
de sosiego los tienes ignorantes,
de tal manera, que al morir el día
con luz enferma vi que permitía
el sol que le mirasen en poniente.
Con pies torpes al punto, ciega y fría,
cayó de las estrellas blandamente
la noche, tras las pardas sombras mudas,
que el sueño persuadieron a la gente.
Escondieron las galas a los prados
y quedaron desnudas
estas laderas, y sus peñas, solas;
duermen ya entre sus montes recostados
los mares y las olas.
si con algún acento
ofenden las orejas,
es que entre sueños dan al cielo quejas
del yerto lecho y duro acogimiento,
que blandos hallan en los cerros duros.
Los arroyuelos puros
se adormecen al son del llanto mío,
y a su modo también se duerme al río.
Con sosiego agradable
se dejan poseer de ti las flores;
mudos están los males,
no hay cuidado que hable,
faltan lenguas y voz a los dolores,
y en todos los mortales
yace la vida envuelta en alto olvido.
Tan sólo mi gemido
pierde el respeto a tu silencio santo:
yo tu quietud molesto con mi llanto,
y te desacredito
el nombre de callado, con mi grito.
Dame, cortés mancebo, algún reposo:
no seas digno del nombre de avariento
en el más desdichado y firme amante
que lo merece ser por dueño hermoso.
Débate alguna pausa mi tormento.
Gózante en las cabañas
y debajo del cielo
los ásperos villanos;
hállate en el rigor de los pantanos
y encuéntrate en las nieves y en el hielo
el soldado valiente
y yo no puedo hallarte, aunque lo intente,
entre mi pensamiento y mi deseo
Ya, pues, con dolor creo
que eres más riguroso que la tierra.
Más duro que la roca,
pues te alcanza el soldado envuelto en guerra,
y en ella mi alma por jamás te toca.
Mira que es gran rigor: dame siquiera
lo que de ti desprecia tanto avaro,
por el oro en que alegre considera,
hasta que da la vuelta el tiempo claro;
lo que había de dormir en blando lecho
y da el enamorado en su señora,
y a ti se te debía de derecho.
Dame lo que desprecia de ti agora
por robar el ladrón; lo que desecha
el que envidiosos celos tuvo y llora.
Quede en parte mi queja satisfecha,
tócame con el cuento de tu vara;
oirán siquiera el ruido de tus plumas
mis desventuras sumas;
que yo no quiero verte cara a cara,
ni que hagas más caso
de mí, que hasta pasar por mi de paso;
o que a tu sombra negra por lo menos,
si fueses a otra parte peregrino,
se le haga camino
por estos ojos de sosiego ajenos;
quítame, blando sueño, este desvelo,
o de él alguna parte,
y te prometo, mientras viere el cielo
de desvelarme sólo en celebrarte.