domingo, 29 de diciembre de 2013

NO ERA LA MUERTE, DE EMILY DICKINSON.

 


No era la Muerte, pues yo estaba de pie
y todos los muertos están acostados,
no era de noche, pues todas las campanas
se agitaban bajo el sol del mediodía.

No había helada, pues en mi piel
sentí cálidos vientos reptar,
ni había fuego, pues mis pies de mármol
podían helar un santuario.

Y, sin embargo, se parecían a todas
las figuras que yo había visto,
ordenadas para un entierro
que rememoraba como el mío.

Como si mi vida fuera recortada
y calzada en un marco,
y no pudiera respirar sin una llave
y era como si fuera medianoche.

Cuando todo lo que late se detiene
y el espacio mira a su alrededor,
la espeluznante helada, primer otoño que llora,
repele la apaleada tierra.

Pero todo como el caos,
interminable, insolente,
sin esperanza, sin mástil
ni siquiera un informe de la tierra
para justificar la desesperación.

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