domingo, 23 de febrero de 2014

EMBRIAGAOS, DE CHARLES BAUDELAIRE.


EMBRIAGAOS.

Hay que estar siempre borracho.
Todo consiste en eso: es la única cuestión.
Para no sentir la carga horrible del Tiempo,
que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo,
tenéis que embriagaros sin tregua.

Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud,
de lo que queráis, pero embriagaos.

Y si alguna vez, en las gradas de un palacio,
sobre la hierba verde de un foso.
en la tristona realidad de vuestro cuarto, os despertáis,
disminuida ya o disipada la embriaguez,
preguntad al viento, a la ola, a la estrella,
al ave, al reloj, a todo lo que huye,
a todo lo que gime, a todo lo que rueda,
a todo lo que canta, a todo lo que habla,
preguntadle la hora que es; y el viento,
la ola, la estrella, el ave, el reloj, os contestarán:
¡Es hora de emborracharse!
Para no ser esclavos y mártires del Tiempo,
embriagaos, embriagaos sin cesar.
De vino, de poesía o de virtud;
de lo que queráis.

domingo, 9 de febrero de 2014

PENA, DE MARY ELIZABETH COLERIDGE.




La Tierra que urdió la Rosa,
también es tu Madre, y no yo.
La llama donde brilla el espíritu de vuestra doncella
no fue encendida en ningún lugar
en el que yo haya reposado.
Yo existo tan abajo como el cielo sobre tí.
Era tu fuente y tu ángel, más no podía amarte.

Ofréceme tu consuelo,
alivia este tierno anhelo.
Vuestro sobrenatural encanto me vencerá,
una mano de hierro y un corazón de acero
golpearán, quebrarán y mutilarán,
sin sentir mis lamentos mientras muero.
Vuestra indiferencia es mi infierno,
allí soy débil, infinitamente pequeña.

domingo, 2 de febrero de 2014

ÉL RECUERDA LA OLVIDADA BELLEZA, DE WILLIAM BUTLER YEATS.



Al rodearte en mis brazos,
estrecho contra mi corazón esa belleza
que hace tiempo se desvaneció del mundo:
coronas engastadas que reyes lanzaron
en pozos fantasmales, huyendo los ejércitos;
cuentos de amor tejidos con hebras de seda
por soñadoras damas, en telas
que nutrieron la polilla asesina:
rosas de tiempos perdidos,
que las damas trenzaron en sus cabellos;
lirios fríos de lluvia que las doncellas portaron
por lúgubres corredores sagrados,
donde brumas de incienso se elevaban
y que sólo Dios contemplaba:
ya que el pálido pecho, la mano demorada,
nos llegan de otras tierras más pesadas de sueño.
Y cuando tú suspiras entre besos
escucho la blanca Belleza también suspirando
por aquella hora cuando todo
deberá consumirse como el rocío.
Mas llama sobre llama y abismo sobre abismo,
y trono sobre trono y medio en sueños,
posadas sus espadas en sus férreas rodillas,
tristemente cavilan sobre grandes misterios solitarios.