domingo, 19 de octubre de 2014

EL FIN DE LA JORNADA, DE CHARLES BAUDELAIRE.









Bajo una pálida luz
  corre, danza y se retuerce
  la Vida, impura y gritona.
Tan pronto como a los cielos

La gozosa noche asciende
  y todo, hasta el hambre calma,
  ocultando la vergüenza
  se dice el Poeta: «¡Al fin!

Mis vértebras, como mi alma,
  codician dulce reposo;
  de fúnebres sueños lleno,

  la espalda reclinaré
  y rodaré entre tus velos,
¡oh refrescante tiniebla!»