miércoles, 20 de junio de 2012

UNA NUEVA VIDA. 23ª Parte: Celos.


 
 
 
Me alegraba tanto poder ver a María con su hijo en brazos, ambos bien y felices. María sonreía con el pequeño Lukas en brazos, como solo una madre sonríe a su hijo. El verlos así me recuerda tanto a los bellos cuadros de los maestros del Renacimiento Italiano, en los que retrataron a La Madonna con el recién nacido niño Jesús en brazos.
 
Mónica le preguntaba a María una y otra vez por su estado, que si se encontraba bien. Y María le respondía reiteradamente que se encontraba bien, tan solo un poco cansada y débil, pero al fin y al cabo muy contenta y feliz por tener a Lukas en sus brazos.
Juan no tardó mucho en llegar con una bandeja con un suculento y abundante desayuno para su querida esposa, con leche, café, pastas, tostadas con mantequilla y mermelada, y fruta variada. Juan depositó la bandeja sobre una mesita junto a la cama, y de pronto noté como Juan parecía algo mareado y tuve que sostenerlo para que no se cayera al suelo.
- ¡Juan!- gritó María sorprendida y algo asustada a la vez, el pequeño Lukas comenzó a llorar, seguramente le asustó el grito de su madre.- ¿Os encontráis bien?
- No es nada querida, me encuentro bien.- le respondió Juan, mientras le ayudaba a sentarse sobre la misma cama donde estaba acostada María con su hijo, esta intentaba hacer que el pequeño dejara de llorar, meciéndolo en sus brazos.
- Aun estáis débil Juan, necesitáis descansar.- le sugerí a mi amigo.
- Aun no estáis repuesto de lo ocurrido ayer, os ordeno que descaséis.- le dijo Mónica con un tono muy serio y cruzando sus brazos delante de su pecho, lo que me hizo mucha gracia, incluso se me escapó unas risas, a lo me Mónica clavó su mirada en mí de manera inquisitoria.
- ¿Podría alguien explicarme que ocurrió aquí ayer?- preguntó María, pues al estar ella inconsciente no tenía forma de enterarse de todo lo ocurrido.
Mónica se encargó de relatarle a María todo lo ocurrido después del parto, María escuchaba estupefacta toda la explicación de la doctora mientras cogía la mano de su marido y le miraba con cariño a los ojos. Cuando Mónica relataba como realizó la transfusión sanguínea María se percató del pequeño pinchazo que tenía en su níveo brazo, un pinchazo que apenas se notaba. Tanto a María como a Juan se le saltaron las lágrimas conforme la joven médica contaba lo que sucedió el día anterior. Una vez terminada la historia María se percató del riesgo que corrió su vida, que estuvo a punto de morir desangrada tras dar a luz a su hijo.
- Cuanto trabajo por esta linda cosita.- comentó María contemplando a Lukas en sus brazos, mientras le sonreía.- Hubiese muerto gustosa con tal de traerte a este mundo.
- Sois muy egoísta.- le recriminó Juan.
- ¿Perdón?- María no comprendía ese comentario de su esposo.
- ¡¿Como podéis decir una cosa así?!- exclamó Juan algo enfadado, mientras su esposa lo observaba atónita.- No os dais cuenta que Lukas necesita a su madre y yo a mi esposa. ¿Como sería capaz de criar y educar a mi hijo sin su madre? No soy capaz de concebir mi vida sin vos a mi lado, sois el aire que llena mi pulmones, el alimento que nutre mi cuerpo, el sol que calienta mi alma, la luna que de noche me enseña mi camino,,, lo sois todo para mí. Así que por favor, no habléis de vuestra muerte.- dijo Juan mientras unas lágrimas rodaban por sus mejillas.
Ante estas palabras de Juan, la doctora Mónica y yo, solo podíamos sonreír sin decir palabra y dar gracias a los cielos por un final tan feliz, mucha gente quiere a María y nadie le desea ningún mal.
- Pero querido, vos habéis corrido también un grave riesgo.- apuntó María cogiendo con fuerza la mano de su esposo.
- ¿Acaso pensáis, que me hubiese quedado de brazos cruzados viendo como moríais? Vos y mi hijo sois lo más grande de mi vida y no pienso perderos a ninguno.
- ¿Y si por desgracia todo hubiese salido mal? ¿Si ambos hubiésemos acabado mal, que pasaría con Lukas? ¿Es que no pensabais en vuestro hijo?- preguntó María un poco enojada.
- Es por él, por Lukas y por mí, por lo que tomé esa decisión. No podía permitir que mi hijo perdiera a su madre y yo perder a mi esposa. Por lo que decidí correr ese riesgo.- respondió Juan besando la mano de su esposa.- Además se que de haber salido todo mal, nuestro hijo hubiese estado bien atendido y hubiese crecido sano y fuerte y rodeado de gente que lo quiere y lo cuida.
Juan y María me miraron, y yo tan solo asentí con la cabeza. Por supuesto que de haber pasado lo peor, yo me hubiese hecho cargo de Lukas y lo hubiese criado como si fuese hijo mio. Pero la suerte ha estado de nuestro lado y Lukas crecerá junto a sus dos padres, con unos padres que lo adoran y que le dará toda la felicidad del mundo.
- ¡Bueno, bueno! Dejémonos de tanta charla.- exclamó Juan.- ¿No estabais hambrienta? Pues aquí os he traído algo de comer. Comed antes de que se enfríe.- le dijo Juan a su esposa.
Juan comenzó a darle de comer a María como si de una niña pequeña se tratara, mientras María aun sostenía entre sus brazos al recién nacido. María comía de la mano de Juan mientras lo miraba con cariño y le regalaba una de sus bellas sonrisas. Era una estampa verdaderamente hermosa el verlos así.
Asiendo a Mónica del brazo, para llamar su atención, le hice un gesto con la cabeza indicándole que saliéramos y los dejáramos solos. Mónica entendió mi petición y con una gran sonrisa asintió con su cabeza, ambos salimos de la habitación sin hacer ruido, dejando a la feliz pareja a solas con su hijo.
- ¡Ufffff!- suspiró Mónica una vez fuera de la habitación. Yo la miraba sorprendido por ese gesto de descanso.- Todo ha salido perfecto.- añadió.
- ¿Lo dudabais?- le pregunté extrañado frunciendo el ceño, pues me extrañaba su comentario.
- He de admitiros que tenía mis miedos,,,, en realidad,,, muchos miedos.- me confesó la doctora.- Estaba dudando mucho de que María sobreviviera.
- Jejejejeje,,,, mujer de poca fe.- le dije apoyando mi mano derecha sobre su hombro izquierdo.
- Amigo mío, María estaba casi en el otro mundo.- comentó.- Ha sido un milagro que haya podido salir adelante.
- Si claro, un milagro en forma de una linda doctora llamada Mónica.- le dije dándole un beso en su mejilla, con lo que ella se sonrojó, sin saber que decirme.- Que tal si tomamos un delicioso desayuno, creo que la doctora se lo ha ganado.- le propuse con una sonrisa.
- Pues esta lista y guapísima doctora accede a tomar un suculento desayuno.- dijo con una gran sonrisa.- ya que está hambrienta, jejejejeje...
- ¿Entonces vamos, lista y guapísima doctora?- le pregunté intentando no reírme y ofreciéndole mi brazo.
- Vamos.- añadió abrazándose a mi brazo y apoyando su cabeza en mi hombro.
Los dos bajamos las escaleras que nos llevaban a la planta inferior de la casa y nos dirigimos al comedor para tomar ese delicioso desayuno que ambos necesitábamos después del duro día de ayer. En el comedor nos encontramos con Carlos, que ya se había levantado y estaba desayunando.
- ¡Buenos días Padre!- me saludó Carlos.
- ¡Buenos días hijo!- le deseé.
- ¡Buenos días doctora!- saludó también a Mónica.
- ¡Buenos días Carlos!- le devolvió el saludo con una sonrisa.
- ¿Como se encuentran María y Juan?- preguntó el joven con mucha curiosidad.
- Ambos están bien.- le contesté.- Los dos están despiertos y desayunando en su habitación, con su hijo recién nacido.
- Me alegro mucho por ellos dos.- replicó Carlos.- Me alegra que ambos estén bien y reponiéndose.
Noté a Carlos con una actitud un poco extraña y lo que más me sorprendió es que en ningún momento preguntó por Lukas, y cuando lo mencioné hizo caso omiso, es más incluso notaba a Carlos muy serio. Mónica parece ser que también se percató de esta actitud tan fría de Carlos y me miró extrañada, yo no supe que decir, ni que hacer.
El desayuno transcurrió casi en el más absoluto silencio, algo raro en Carlos, él no solía permanecer tan silencioso en la mesa.
Una vez hubo terminado el desayuno le pedí a unas de las doncellas del servicio, que por favor subieran a la habitación de Juan y María para ver si necesitaban cualquier cosa y que limpiasen y ordenasen esa habitación, porque si de algo estaba seguro, era de que en breve la casa se llenaría de amigos deseosos de saber noticias sobre María, Juan y el pequeño Lukas.
Y lo cierto es que no me equivoqué en absoluto, las primeras visitas que llegaron fueron Annabella y su Abuela.
- ¡Buenos días!- nos saludaron las dos damas al entrar en casa.
- ¡Muy buenos días!- les devolví el saludo, Carlos y Mónica hicieron lo mismo.
- Hoy se os nota muy contento y mucho más animado que ayer.- señaló la Madre de Ella con una mirada muy pícara y alegre a la vez.- Parece que hay buenas noticias, ¿o me equivoco?
- Siempre tan perspicaz, mi Señora.- señalé.- No os equivocáis los nuevos padres, junto a su hijo, están bien un poco agotados aun, pero se repondrán en poco tiempo, ¿no es así Doctora?- le pregunté a Mónica.
- Si.- respondió la doctora.- ya no hay ningún riesgo y tanto los padres como su hijo están en perfecto estado, solo necesitan un par de días de descanso, en el caso de María algunos más. Les pido, por favor, que no los agoten y les dejen descansar.
- Muchas gracias Doctora.- agradeció la Abuela de Annabella la respuesta de Mónica.- Sois una gran doctora.
- No es para tanto, solo hice mi labor lo mejor que sabía.- replicó Mónica algo sonrojada.
- Y desde luego hizo una gran labor.- le dije a la Doctora, lo que hizo que el color rojo de sus mejillas se acentuara aun más.
- ¿Podemos ir a visitar a María y a su hijo? ¡Por favor, por favor!- pidió Annabella dando pequeños saltitos y con sus manos juntas en señal de suplica.
- Es la Doctora quien debe daros ese permiso.- informé a la joven.
- ¡Por favor Doctora! ¿Podemos...?- preguntó mirando a Mónica con sus hermosos ojos esmeralda y casi haciendo pucheros.
- ¡Jajajajaja! No hay inconveniente.- le concedió Mónica, esta petición de Annabella era muy divertida.- Pero solo por un momento, no debéis agotar a María, aun está algo débil.
- No lo haremos.- dijo Annabella saltando de alegría.- Será solo un momento.
Annabella y su Abuela comenzaron a subir las escaleras para subir a la habitación de María y Juan. En mitad de las escaleras Annabella se detuvo y se volvió.
- ¡Carlos! ¿No quieres venir?- preguntó a su amigo de juegos.
- Aun no, quizás más tarde, tengo unos asuntos que atender antes.- respondió Carlos muy serio y se dirigió hacia el jardín atravesando la puerta de entrada de la casa.
- Está bien, luego nos vemos.- replicó la joven dama y siguió subiendo las escaleras junto a su Abuela, muy animada.
- Yo he de irme.- me informó Mónica.- Tengo más enfermos que visitar.
- Permitidme que os acompañe hasta la salida.- me ofrecí a acompañarla, cogiendo su maletín que estaba en una pequeña mesita a los pies de las escaleras.
Ofreciéndole mi brazo libre ambos nos dirigimos a la salida de la hacienda, donde su calesa ya estaba preparada, la ayudé a subir a esta y le hice entrega de su maletín.
- ¡Muchas gracias, por todo lo que habéis hecho!- le agradecí besando su mano.
- ¡No ha sido nada!- dijo quitándole importancia a ese milagro que había conseguido.- En caso de alguna complicación, no dudéis en mandarme llamar.
- No os quepa la menor duda que así lo haré.- le dije.
- De todos modos vendré esta tarde a ver como están mis pacientes.- señaló Mónica muy sonriente, y acto seguido arreó a su caballo y este comenzó a caminar.
- Esperaremos su visita con impaciencia, Doctora.- le grité conforme se alejaba, saludándola con la mano. A lo que ella respondió también agitando su brazo.
Una vez perdí de vista a Mónica me fijé en que Carlos estaba sentado en uno de los bancos del jardín a la sombra de un gran álamo, con sus ojos clavados en el suelo y con un rostro muy serio, no comprendía esta actitud de mi hijo, y quise dirigirme hacia él para hablar sobre esa actitud suya tan rara. Pero fue en ese momento cuando un delicioso perfume a jazmín llegó hasta mi sentido del olfato. Indicándome claramente quién había aparecido a mis espaldas.
- ¡Buenos días, Ángel mío!- saludé a Ella conforme me giraba para poder verla.
- ¡Buenos días, Mi vida!- me devolvió el saludo.- Os aconsejo que dejéis a Carlos a solas, tiene mucho en que pensar.
- ¿Por qué decís algo así?- pregunté extrañado, no comprendía a que se estaba refiriendo.
- ¿Aun no os habéis percatado?- preguntó con una media sonrisa en sus labios, le encanta hacerse la listilla.
- Pero,,, ¿percatado de qué?- esta incertidumbre me esta matando.
- ¡Que torpe podéis ser algunas veces!- exclamó poniendo sus ojos en blanco e indicándome que tomara asiento en las sillas de la terraza, y ambos tomamos asiento.- Bien os explico: Para Carlos vos sois su figura paterna y os ve como si en verdad fueseis su padre, aun sabiendo quien fue su verdadero padre. Pero en lo que se refiere a la figura materna, Carlos nunca conoció a su verdadera madre, y a quien ve como figura materna es a María, para Carlos, María es lo más parecido a una madre que ha conocido, y ahora que María ha sido madre, que tiene un hijo real...
- Piensa que María se olvidará de él.- continué, ahora comprendía lo que le estaba pasando a Carlos.- Que dejará de quererlo, que ahora solo querrá a Lukas.
- ¡Exacto!- exclamó Ella.- Sin duda eso es lo que le ronda a Carlos por la cabeza.
- Que muchacho más necio.- pensé en voz alta.- Aunque María tenga un hijo, o varios en el futuro, nunca dejará de querer a Carlos, María adora a Carlos.
- Si, eso es cierto, pero Carlos piensa que María le dará todo su cariño al pequeño Lukas, y no habrá cariño para él.- opinó Ella.
- Me preocupa..., este chiquillo me preocupa con esa actitud tan infantil.- comenté mientras lo miraba allí sentado a solas.
- ¡¿Os preocupa?!- remarcó Ella dándome un leve golpe en el hombro.- Seguro que vos en su misma situación actuaríais incluso hasta peor.
- ¿De veras creéis tal cosa?- le pregunté sorprendido por su comentario.
- Si.- respondió sin pensarlo dos veces afirmando con su cabeza y con su pícara sonrisa en sus labios.- Pero no os preocupéis por Carlos, todo esto se solucionará.
Le creí, si Ella lo dice, se que ocurrirá, que se solucionará, mi Ángel de la guarda nunca me ha fallado. Carlos dejará de pensar esas cosas y se convencerá de que María nunca le dejará de querer, que no debe de tener celos de Lukas. En el corazón de María hay cariño y amor para los dos. Cuanto más pensaba en lo que Ella me había dicho, más contento me sentía. Carlos veía a María como a una madre y no me cabe la menor duda de que María también ve a Carlos como a un hijo, así que de ningún modo, nunca pasará lo que Carlos está pensando.
Carlos aun continuaba sentado en el banco del jardín con la vista clavada en el suelo, sus únicos movimientos eran el balanceo de sus piernas que quedaban colgando desde su asiento. Pero ya no me preocupaba, no se como pasará, ni como sucederán las cosas, pero se solucionarán.
Como era tan común en Ella, se desvaneció como las sombras con el sol del mediodía, lo que me indicaba que alguien se acercaba. Y efectivamente quienes se acercaban eran Annabella y su abuela, la madre de Ella.
- ¿Donde se encuentra Carlos?- me preguntó la pequeña dama.
- Está sentado en aquel banco.- le indiqué a Annabella.
- ¡Con permiso!- se disculpó la pequeña y se dirigió hacia donde se encontraba Carlos.
- Tomad asiento, Mi Señora.- le pedí a la madre de Ella ofreciéndole un sillón de jardín y ayudándole a sentarse.
- Gracias querido.- me agradeció a la vez que se sentaba.- He encontrado a María muy bien, se ve tan linda con su hijo Lukas en brazos.
- Por fortuna la situación se solucionó.- le comenté.- la doctora Mónica hizo una gran labor.
- Ha demostrado ser una doctora extraordinaria.- replicó la madre de Ella.- Por cierto, María nos preguntó por Carlos.
- Carlos aun no ha ido a visitarla.- le dije.
- Es algo extraño en él.- remarcó la dama.- Carlos quiere mucho a María.
- Me temo que mi hijo está celoso con el nacimiento del bebe de María.- le dije.
- ¿Perdón, podéis explicaros?- preguntó la madre de Ella muy interesada.
- Es cierto que Carlos adora a María, pero creo que ahora que ha nacido Lukas, Carlos piensa que María dejará de quererlo.- le expliqué.
- Que chaval tan necio, jejejejeje...- replicó riendo.- Eso es una solemne estupidez, aunque María haya sido madre, nunca dejará de querer a Carlos.
- Eso es algo que todos sabemos,,, pero este crío es muy cabezota.- le dije también entre risas.
- Jejejejeje,,, eso lo ha aprendido de vos.- comentó entre risas.- Vos siempre habéis sido muy cabezota.
- Jejejejeje,,, en eso debo daros toda la razón.- al final reíamos los dos.
Ahora se veía a Carlos más animado, mientras estaba con su amiga, estaba mucho más contento y no tan melancólico. Se les veía riendo y jugando, corriendo por el jardín y columpiándose en un columpio colgado de la rama de un gran álamo, al fondo del jardín.
 
Poco a poco la casa recibía las visitas de todas esas personas preocupadas por la salud de María. Los profesores del Colegio y del Conservatorio de Música, los alumnos, vecinos y conocidos pasaron por la casa para saber de María, pues ella era una mujer muy querida por todo el mundo.
Las visitas por prescripción de la doctora Mónica, debían ser breves, para no agotar mucho a María que aun necesitaba descansar, y con tantas personas que querían visitarla eso no iba a ser fácil.
En ocasiones tenía que pedirle a las visitas, que por favor volvieran más tarde, que debíamos dejar descansar a María de vez en cuando, incluso pensé en poner un horario de visitas, jejejejeje,,, como si fuese en el Colegio.
Cuando a la tarde Mónica vino a ver como iba la evolución de María, se enfadó un poco conmigo por dejar que María se fatigara tanto con las visitas.
- No os dais cuenta que necesita descansar.- me recriminó Mónica.
- Lo siento, asumo toda la culpa por lo sucedido.- acepté esa reprimenda.
- No es culpa de Él.- me defendió María.- Es culpa mía, no podía negarme a recibir las visitas.
- Esa no es escusa.- dijo Mónica.- Le dejé muy claro que teníais que descansar, y apenas habéis descansado.
- Lo lamento.- me disculpé de nuevo, comenzaba a sentirme como cuando mis padres me regañaban al hacer alguna diablura cuando era pequeño.
- Prometo descansar más mañana, pero no le regañéis más, por favor.- pidió María.
- Está bien.- dijo Mónica con cara de estar enfadada.- Mañana solo podréis recibir visitas dos horas por la mañana y otras dos horas por la tarde, ni una más. Son ordenes de la doctora.
- Cumpliré sus ordenes Doctora, al pie de la letra.- le dijo María.
- He examinado a Juan y al pequeño Lukas, y están completamente sanos.- comentó.- Pero vos, María, aun estáis débil y necesitáis reposar más, así que ahora una cena ligerita y a dormir hasta mañana.
- En seguida ordeno que le sirvan a María la cena.- dije a la doctora.
- Ahora dejemos descansar a la paciente, así que abandonemos el dormitorio.- recomendó la doctora.
- Antes de abandonar la habitación.- llamó nuestra atención María.- ¿Donde está Carlos? No ha venido a verme en todo el día.
Esa pregunta me dejó desarmado y no sabía que contestarle a María. Mónica pareció percatarse de ésta situación.
- No, no, no...- dijo Mónica negando con la cabeza.- Nada de visitas por hoy, la cena y a descansar.
Acto seguido Mónica y yo salimos de la alcoba de María, dejándola a solas.
- Lo siento.- se disculpó Mónica.- Creo que he sido muy dura con vos.
- Creo que me lo merecía.- añadí.- Debí haber impedido que María recibiera tantas visitas.
- Es muy normal que la gente quiera visitar a María, tras todo lo ocurrido, pero la paciente necesita descansar.- comentó Mónica.
- No os preocupéis, yo me cuidaré de ello.- le informé.- ¿Os quedáis a cenar con nosotros?
- Desde luego.- aceptó mi petición muy sonriente.- Como rechazar una invitación vuestra.
Como una hora más tarde en el salón-comedor estábamos cenando Mónica, Juan, Carlos y por supuesto yo, disfrutando de una exquisita cena.
- ¿Ha cenado ya María?- preguntó la doctora.
- Si doctora.- respondió Juan.- Yo mismo me he encargado de darle de comer.
- ¿Y ahora está descansando?- volvió a interrogar Mónica.
- Así es,- le volvió a responder Juan.- se quedó dormida justo después de la cena la pobrecita estaba agotada.
- Bien, estupendo.- comentó la doctora, lo cierto es que se ponía muy seria con su trabajo.- aun necesita unos días de reposo.
- Juan, ¿y el pequeño Lukas, como se encuentra?- le pregunté al afortunado padre.
- Antes de cenar María, le dio el pecho y ahora está al cuidado de Mercedes.- respondió Juan.- pasé a verlo antes de cenar y está dormidito.
- Es un bebe tan tierno y encantador.- comentó Mónica con una gran sonrisa reflejada en su rostro.
Carlos durante toda la cena no había hecho ningún comentario, tan solo de dedicó a cenar en silencio, hasta que la joven doctora le comentó algo:
- ¿Sabéis Carlos? María preguntó por vos, ¿aun no la habéis visitado?
- Con su permiso.- dijo Carlos poniéndose en pie, con el rostro muy serio.- Ya he terminado de cenar y deseo retirarme.
Yo asentí con la cabeza y Carlos abandonó la mesa, abandonó el salón-comedor y se encaminó hacia las escaleras para subir a la planta superior donde estaba su alcoba.
- ¿He dicho algo malo?- preguntó con inquietud Mónica.- No era mi intención molestar a Carlos.
- Su actitud es muy extraña.- comentó Juan, también muy sorprendido por su comportamiento.- Algo le debe de estar pasando Carlos.
- Se siente desplazado a un segundo plano.- les expliqué a Juan y a Mónica.- Creo que Carlos tiene...
- ¿CELOS...?- me interrumpió Mónica.- Eso es algo absurdo.
- Si lo sé.- alegué.- pero Carlos piensa que ahora María ya no tendrá cariño para él.
- ¡¿Como puede pensar algo así Carlos?!- exclamó Juan muy sorprendido.- Pero si en esta casa todo el mundo lo quiere y María lo adora. Que haya sido madre no quiere decir que deje de querer a Carlos.
- Lo que Carlos necesita comprender es que en esta familia hay un miembro más.- dije mientras mis dos acompañantes me miraban sonrientes.- Como es muy pequeño, necesita de muchas atenciones y cuidados, pero eso, en ningún caso significa que Carlos pierda el cariño que todos le procesamos.
- ¡Muy bien dicho Señor! Pero lo difícil será metérselo en su dura cabeza a Carlos.- comentó Juan.
- Pienso...- dijo Mónica frotándose la barbilla con sus dedos.- que quien debería de tratar este asunto de Carlos, es la misma María.
Después de la cena Mónica se marchó a su casa, como ya era tarde le pedí a un sirviente que le acompañara hasta su vivienda, era tarde y no me gustaba la idea de que Mónica andara sola durante la noche. Juan se retiró a su alcoba a dormir, pero conociéndolo seguro que no duerme en toda la noche, velando los sueños de su esposa.
Yo cuando me dirigí mi alcoba pasé por delante de la puerta de la habitación de Carlos, su actitud durante la cena me había dejado preocupado, ya no me sentía tan tranquilo, sentía que la cosa iba a ser más complicada de lo que me esperaba. Estuve a punto de llamar a su puerta, pero justo en el instante que estaba a punto mis nudillos de tocar la madera de la puerta, me quedé inmóvil. Se lo cabezota que es Carlos, y si intento hablar con él, se que será incluso peor, se cerrará más en si mismo, y más difícil será romper su coraza.
Así me me fui a mi habitación, si cabe, aun más preocupado. Me despojé de mis vestiduras y me metí en la cama. Mi preocupación por Carlos me impedía conciliar el sueño, Y como cada noche mi Ángel Guardián apareció para velar mis sueños, justamente tumbada mi lado.
- ¿Aún estáis despierto?- preguntó con su angelical voz. a la vez que acomodaba su cabeza sobre mi pecho.
- Hoy parece que me costará dormir.- contesté mientras acariciaba sus cabellos y disfrutaba de su dulce aroma.
- ¿Todavía os ronda por la cabeza ese asunto?- quiso saber Ella.
- No consigo olvidarme de ello.- le respondí sin dejar de acariciar su suave melena negra.
- Siempre os estáis preocupando por los demás.- añadió a la vez que me daba un fuerte abrazo.
- Siempre me preocupa la gente que quiero.- le dije.
- Eso es algo que me encanta de vos.- señaló Ella.- Ahora dormid un poco, yo estaré toda la noche con vos.
Sus dulces palabras tuvieron en mí un efecto sedante y poco a poco mis parpados se fueron cerrando, hasta caer en un placentero y dulce sueño.
Quizás suene tonto o estúpido, pero,,, pero tuve un hermoso sueño. Me veía a mi mismo en el jardín de la Hacienda disfrutando de una preciosa tarde soleada a la sombra de los grandes árboles, conmigo estaban Carlos, María, Juan, Lukas, Annabella, su Abuela y Ella, si..., Ella también estaba, pero no estaba conmigo, estaba con todos, todos la podían ver y le hablaban, Ella se estaba relacionando con todos, como si estuviese viva. Me sentía entre sorprendido y contento, muy contento, era algo que me hacía muy feliz.
Todos mimábamos al pequeño Lukas, pero los que más se divertían eran los dos más jóvenes, Annabella y Carlos, Carlos jugaba con el pequeño y le hacía muchas carantoñas, no parecía que tuviera celos del pequeñín, como si nunca hubiera tenido celos de Lukas.
A la mañana siguiente me desperté con las energías renovadas y muy animado, me sentía eufórico, ese sueño me había caído muy bien.
Como ocurrió el día anterior, la Hacienda se llenó de gente que deseaban ver a María y a Lukas, pero está vez si se siguieron las órdenes de Mónica a raja tabla, jejejeje,,, más me vale, no quería que Mónica volviera a enfadarse conmigo. Le dimos preferencia a las visitas que no habían visitado a María con anterioridad, pues muchas de esas visitas eran las mismas que habían estado el día anterior, como Annabella y su Abuela, o los profesores del Conservatorio y del Colegio.
Con las visitas de casi todos los alumnos y de los profesores, las aulas tanto del Colegio como las de Conservatorio estaban vacías. Oficialmente el curso aún no había terminado, pero dado que nadie iba a clase, que estaban más preocupados por la salud de la Directora, el curso acabó unos días antes, por suerte los últimos exámenes y pruebas académicas ya se habían realizado, y unos días más o menos que importaba. Nadie se iba a negar a ello.
María solía preguntar muy a menudo por Carlos, pero nadie quería decirle la verdad, ni su esposo ni yo, no sabíamos como se lo iba a tomar. Pero por la tarde cuando Mónica la volvió a visitar, se lo contó todo. María estaba con Lukas en brazos mientras Mónica le contaba lo que le pasaba a Carlos, su cara en un principio mostraba sorpresa, mi también nos miró a su marido y a mí como con cara de enfado, incluso al final reía a carcajadas.
- ¡Acercaos aquí!- María llamó nuestra atención, mientras sonreía después de las carcajadas.- Vaya unos hombretones, y a la vez tan cobardes. ¿Por qué no me habéis contado lo que sucedía con Carlos?
- Bueno, yo, yo, yo...- balbuceaba Juan.
- Es que no sabíamos como os lo ibais a tomar.- respondí a la pregunta de María interrumpiendo a Juan.
- Pero que necios podéis llegar a ser los hombres.- comentó María poniendo en blanco sus ojos.- ¿Pensábais ocultármelo toda la vida?
- Toda la vida no.- contestó Juan con cara de arrepentimiento.- Tan solo hasta que estuvierais totalmente recuperada.
- Menos mal que Mónica ya me lo contó todo, los celos entre niños es algo muy habitual
.- nos recriminó María.- ¡Hombres...!
- ¡Lo sentimos mucho!- Juan y yo pedimos disculpas al mismo tiempo clavando nuestras miradas en el suelo, en señal de nuestro arrepentimiento, lo que produjo que María y Mónica estallaran en carcajadas.
- ¡¿Habéis visto vuestras caras?!- señaló María en cuanto pudo hablar, las carcajadas se lo impedían segundos antes.- Tenéis unos semblantes muy graciosos.
- Me parece a mí,,, me parece a mí,- intentaba hablar Mónica.- que es María quien lleva los pantalones en ésta casa, jajajaja....
Juan y yo nos miramos a la cara y acto seguido nos reíamos también, los cuatro reíamos a carcajadas haciendo mucho ruido. Nuestras risas parece que asustaron al pequeño Lukas, puesto que comenzó a llorar. Lo que hizo que dejáramos de reír y que la atención de María se centrara en su hijo, que acunaba intentando consolarlo.
- Tengo una buena idea, de como afrontar los celos de Carlos.- comentó María.
- ¿Cómo?- preguntó Juan muy interesado.
- Eso es un secreto mio.- remarcó.- ¿Como va el curso?- preguntó la directora.
- Hemos tenido que darlo por finalizado, unos días antes.- le respondí.- Nadie iba ya a las clases, todo el mundo venían aquí para interesarse por tu salud.
- ¿Pero se hará la fiesta de fin de curso?- de nuevo realizó otra pregunta María.
- Desde luego, eso por descontado.- le contesté.- Lo que ocurre es que todos estábamos deacuerdo en retrasarla hasta vuestra recuperación.
- Muchas gracias por vuestra consideración.- nos agradeció María.- Doctora, ¿para cuando podré levantarme de la cama?- preguntó a Mónica.
- Pues si seguís evolucionando como hasta ahora...- editó unos segundos la doctora.- en dos días ya podréis abandonar la cama, pero... sin esforzaros mucho todavía.
- Está bien, me andaré con cuidado.- apuntó María un poco fastidiada.- ¿Entonces que tal si preparamos la fiesta de fin de curso para dentro de tres días?
- Estupendo.- comenté.- Comenzaremos los preparativos enseguida.
Lukas comenzó a llorar de nuevo en esos momentos.
- Por favor caballeros, deben abandonar la alcoba.- nos pidió Mónica.- Es hora de que María alimente a su bebe.
Acto seguido Juan y yo salimos de la habitación, estábamos bastante contentos, como si nos hubieran quitado un peso de encima, en definitiva, que María supiese lo que le pasaba a Carlos era lo mejor.
Al día siguiente se comenzaron con los preparativos de la fiesta de fin de curso, todo el mundo ayudaba y estaban muy animados, no solamente se celebraba que se había acabado el curso, había más cosas que celebrar, el nacimiento de Lukas y la recuperación de María, la querida Directora del Colegio.
Como bien había dicho la doctora a los dos días Mónica se levantó del lecho y pudo salir de la habitación durante unos momentos, paseaba por los jardines mirando como iban los preparativos de la fiesta, con su pequeño, siempre acompañada por alguien, por Juan, por mí, por Mónica, Encarna, Soledad, Annabella o su abuela, nunca la dejábamos a solas. Pero Carlos seguía sin acercarse, más bien parecía que huía de María, y a la hora del desayuno, almuerzo o cena era imposible, María tomaba sus comidas en su habitación justo después de darle de comer a su hijo Lukas.
Llegado el día de la fiesta todo estaba preparado, María había planeado cada detalle, le pidió ayuda a Annabella y ésta de muy buen grado aceptó ayudarla.
La fiesta transcurría agradablemente, y la gente se divertía mucho. Los alumnos demostraban lo aprendido durante el curso, se celebró un gran concierto al aire libre en el inmenso jardín de la Hacienda, por supuesto yo también toqué alguna pieza de piano junto a Carlos, la gente aplaudía cada actuación, incluso la de los chavales, lo hacían muy bien, gracias a unos estupendos profesores, se estaban transformando en grandes músicos.
Pero la actuación que más me emocionó, no fue la pieza interpretada por mí y mi hijo, si no la interpretada por Carlos al piano y Annabella al arpa, era como volver a verme a mi mismo tocando junto a Ella, algo grandioso.
Una vez acabaron la pieza musical, los alumnos del Colegio comenzaron a interpretar una obra teatral, y ese fue el momento elegido para dar comienzo al plan de María.
Annabella llevó a Carlos a un rincón más tranquilo del jardín, donde María abordaría a Carlos, sin que pudiera escaparse.
Mientras Carlos y Annabella conversaban a pareció María de improvisto con Lukas en brazos.
- ¡Hola chicos! No sabía que estaban ustedes aquí.- mintió María.- Buscaba un lugar más tranquilo donde descansar un poco.
- Hola María.- le saludó Annabella, mientras Carlos guardaba silencio y buscaba por donde escapar, pero no podía estaba rodeado de setos y la única salida la bloqueaba María.
- Me alegra encontrarles aquí, me siento tan agotada, creo que necesito descansar un poco.- María simuló un pequeño mareo.
Rápidamente Carlos corrió hacia María y le ayudó a sentarse en un banco, Annabella también ayudó a María, siguiendo con su plan.
- Carlos, por favor, coge a Lukas, me siento tan débil que creo que no podré sostenerlo más.- le pidió al chaval ofreciéndole a su bebe.
- Yo, yo, no creo que sea capaz...- Carlos intentaba buscar alguna escusa.
- Vamos Carlos, o el bebe se caerá al suelo.- le gritó Annabella.
Carlos reaccionó al grito de Annabella estrechó entre sus brazos al bebe, Lukas sonrió a Carlos y este de devolvió la sonrisa.
- Carlos este es mi hijo Lukas.- le dijo a Carlos.- Voy a necesitar de vuestra ayuda para criarlo y educarlo.
- ¿De mi ayuda?- preguntó Carlos con los ojos abiertos como platos por la sorpresa.
- Pues claro, para eso sois su hermano mayor.- comentó María.- Tienes que cuidarlo, protegerlo y enseñarle de todo.
- ¿Yo, su hermano mayor?- Carlos no salía de su asombro.
- Por supuesto, Lukas tendrá el mejor hermano mayor que se pueda tener.- señaló María.
- Tengo un hermano.- decía Carlos levantando a Lukas, lo que producía que este sonriese.- Tengo un hermano pequeño.
María y Annabella se miraban y se sonreían complacientes, mientras se guiñaban un ojo. Todo salió como lo había planeado María. Al otro lado de los setos estábamos Mónica, La Abuela de Annabella, Juan y yo, pero a mi lado sentía también a Ella, apoyando su mano sobre mi hombro.
LOS CELOS DE CARLOS SE HABÍAN TERMINADO.

2 comentarios:

Arwen dijo...

Has vuelto a escribir!!! la estoy leyendo y me gusta muchisimo, escribes muy bien....lastima mi falta de tiempo...besosss con mi ternura.

BATOOSAHI dijo...

Muchas gracias, siempre es un orgullo que alguien disfrute con lo que escribo.
Besos Arwen.